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Monday, December 1, 2025

¿Las segundas partes nunca son buenas?

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Si el presidente Javier Milei se puso manos a la obra al asumir el cargo hace dos años, el actual Congreso saliente casi parece estar conduciendo a un gobierno saliente ahora que finalmente ha conseguido una presencia parlamentaria significativa: prácticamente todo parece estar en suspenso en una primavera silenciosa. Ahora queda por ver cómo se compara la segunda mitad de su mandato presidencial con la primera, ahora que ha recibido un mandato de mitad de mandato que no le han concedido muchas administraciones. Mucho depende de cómo Milei compare los mandatos: ¿considerará el 41 por ciento del mes pasado como un avance importante respecto de su 30 por ciento en todas las votaciones previas a la segunda vuelta en 2023 o muy por debajo de su aplastante victoria de casi 56 por ciento en la segunda vuelta? Hasta ahora las señales han sido contradictorias. Por un lado, Milei convocó a los gobernadores provinciales a una reunión cordial la misma semana de su victoria (mientras excluyó a un cuarteto que representaba a la oposición más intransigente), pero los cambios de su gabinete han servido para estrechar, en lugar de ampliar, su base política al concentrar la toma de decisiones en el círculo íntimo de su hermana y desalojar a su principal paloma, Guillermo Francos. Para reemplazar a Francos en las negociaciones con esos gobernadores, a un miembro veterano de la “casta” encarnada se le ha confiado el Ministerio del Interior: el diputado del PRO Diego Santilli (tal vez hubiera sido diferente sin la sorprendente victoria de este último en la provincia de Buenos Aires), pero al mismo tiempo le han cortado las alas. Con razón o sin ella, a la Jefa del Gabinete Presidencial, Karina Milei, se le ha dado todo el crédito por la victoria (que podría haber estado mucho más cerca de la avalancha por default esperada a principios de año sin su enfoque intransigente de “morado o nada” hacia las alianzas electorales) y mucho se ha escrito sobre dónde deja esto al doctor estrella Santiago Caputo, el “mago del Kremlin”, pero tal vez debería prestarse más atención al otro Caputo: Luis al frente del Ministerio de Economía. Este último logró colocar a su secretario de Finanzas, Pablo Quirno, un economista sin experiencia diplomática, en el Ministerio de Relaciones Exteriores (considerado por los gobiernos de coalición en otras partes del mundo un puesto ideal para los partidos menores), algo inexplicable si no fuera por la falta de política exterior de la administración Milei más allá de la alineación con la administración de Donald Trump en Washington, a quien le debe un rescate que la salvó del colapso económico y, por ende, electoral. A diferencia del otro Caputo, el zar económico ha avanzado desde las elecciones intermedias con la volatilidad negativa de los mercados transformada en exuberancia positiva y el riesgo país reducido a la mitad. Pero este mayor prestigio también deja la puerta abierta a una capacidad de asumir deuda negada durante los largos años del kirchnerismo, lo que también conlleva sus peligros. La anterior ausencia de Argentina de los mercados internacionales de deuda llevó a que el gasto excesivo se alimentara del déficit financiado mediante la impresión de dinero y, por ende, de la inflación. La obstinada preservación por parte de Caputo de un superávit fiscal desde que asumió el cargo ha cambiado este síndrome, pero ahora la deuda amenaza con reemplazar el déficit. No es que la deuda no sea ya muy grande: aparte del canje de divisas por 20 mil millones de dólares con el Tesoro de los Estados Unidos (que parece que ya se está activando) y los rumores de otros 20 mil millones de dólares más adelante, en abril pasado hubo otro préstamo de 20 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), del que se desembolsaron 12 mil millones de dólares casi de inmediato. Desde que los petrodólares fueron devorados por la dictadura militar de 1976-1983, la sombría secuencia de deuda, default y debacle ha sido una parte muy central del declive de Argentina. Si el gobierno está asumiendo deuda para honrar sus obligaciones heredadas como única manera de evitar aumentar la carga tributaria para atenderla en lugar de su objetivo declarado de bajar los impuestos, esto no sería descabellado, pero aumentar la deuda neta sería otra historia. No parece probable que suceda nada en el corto plazo, ya sea el potencialmente interminable juicio por los cuadernos de corrupción de los ‘Cuadernos’ que ahora comienza o cualquier otra cosa. Ya sean reformas fiscales o laborales o nominaciones a la Corte Suprema, los objetivos del gobierno enfrentan largas negociaciones sin volatilidad del mercado que inyecte algún sentido de urgencia. ¿Aceptará el electorado original de Milei que celebraba la “motosierra” de la primera mitad de su mandato el gradualismo en la segunda mitad con el objetivo de cooptar a la “casta” en lugar de aniquilarla? Todavía queda casi un mes de espera para ver si el nuevo Congreso permitirá que la democracia parlamentaria tenga una oportunidad por primera vez en Argentina. Los diciembres han tendido a terminar más con una explosión que con un gemido, pero tal vez al gobierno y al pueblo en su conjunto les vendría bien un descanso. noticias relacionadas

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