Las instituciones que dieron origen a los grandes deportistas bonaerenses siguen vivas, vigentes y necesarias. La cuna de nuestra pesca deportiva -esa mezcla de tradición, técnica y camaradería- continúan siendo los clubes donde generaciones enteras se formaron, aprendieron a lanzar, a leer el agua, a respetar al compañero y a enamorarse para siempre del deporte del silencio. Esos sitios, en definitiva, son el molde perfecto: brindan un ámbito familiar donde empezar a pescar, pero también ofrecen el camino hacia las grandes ligas, esas donde la Argentina siempre dice presente. Basta recordar el reciente Mundial de Long Casting o tantos otros escenarios internacionales donde nuestros casters y pescadores dejan muy en claro que el nivel argentino nace en el muelle… y se perfecciona en la cancha. Dentro de ese linaje histórico, el Club de Pescadores Olivos ocupa un capítulo especial. De sus muelles y de su gente salieron referentes como Máximo Ortega, maestro del pejerrey bonaerense, o el entrañable Profe Di Carlo, alma mater de generaciones de chicos, escuelas de pesca, concursos, charlas y encuentros que sembraron pasión antes que técnica. Por eso, cumplir 86 años no es, para Olivos, sólo un aniversario más. Es un homenaje a los padres y abuelos que levantaron este espacio para compartir una pasión común. Es celebrar la mística, los códigos y las historias que construyeron lo que hoy sigue siendo una verdadera escuela de pescadores. Una fiesta después de la tormenta La cita fue el domingo 16 de noviembre. El clima se presentó inestable tras la fuerte tormenta que castigó a Buenos Aires la noche anterior. Sin embargo, como dice el refrán, “a río revuelto, ganancia de pescador”: el pique acompañó de punta a punta. A partir de las 8.30 comenzaron los lances. Representantes de los principales clubes porteños se alinearon sobre el muelle con un nivel técnico que se hizo notar. El pique se dio espaciado pero constante, entregando bogas de distintos tamaños, principalmente a lombriz, que fueron animando la mañana. Mientras tanto, en nuestro caso, probamos equipos de fondo con carnada blanca y mojarra. La sorpresa llegó rápido: dorados medianos de unos 2 kg, muy peleadores, que levantaron el ánimo de todos. Y en la pesca de flote, un verdadero lujo: un sábalo enorme, que tomó un maíz cebado con un aro de alimento para gatos, regalándonos uno de esos momentos que justifican cualquier desvelo. Entre bogas medianas y chicas, el muelle se transformó en una fiesta. Risas, cargadas, cebaderos trabajando sin pausa y ese clima de camaradería tan difícil de encontrar en otros deportes. El cierre y los premiados A eso de las 13 sonó la señal de finalización del concurso. Mientras en el buffet ya salían las primeras bandejas de esa comida casera que es sello del club, se realizó la entrega de premios. Los destacados del día fueron: Cadetes: Franco Coq, joven promesa de Olivos. Mayores: Fabián Castelli, del Pira Caru, quien se quedó con el primer puesto. Seniors: Bernardo Doval, defendiendo la copa para el Club Olivos. Damas y General: Susana Lavagna, representando al Guazú, que se llevó la copa mayor para la vitrina del club de San Martín. Más allá de los resultados, el espíritu fue el de siempre: competencia sana, respeto por la pesca y un profundo sentido de pertenencia. 86 años y contando El aniversario del Club de Pescadores Olivos volvió a demostrar que las tradiciones, cuando están vivas, se renuevan solas. Que los muelles donde aprendieron nuestros mayores siguen formando pescadores. Que lo viejo —cuando está hecho con pasión— sigue funcionando mejor que nunca. Y que, en tiempos donde todo pasa rápido, todavía hay un lugar donde se puede escuchar el agua, sentir el pique y compartir silencios que dicen más que mil palabras.
El legendario Club de Pescadores Olivos cumplió 86 años junto al deporte del silencio
Date:




