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Monday, December 1, 2025

La huella de quienes tuvieron que irse del barrio de Cartagena, Getsemaní: ‘No desfallezcan, siempre tengan presente a su comunidad’

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El arraigo territorial es la conexión afectiva y simbólica que una comunidad establece con el lugar donde crece, construye vínculos y desarrolla su vida diaria. Dejar ese espacio —sobre todo cuando ocurre de manera forzada— puede generar impactos emocionales profundos. “La permanencia del individuo en el espacio geográfico (hábitat) es voluntaria y normalmente está determinada por el origen de sus ancestros y allegados, donde se comparten los mismos principios o valores”, señala una investigación publicada en ResearchGate en 2022. Esa experiencia la conocen Carolina del Carmen Peterson y Esmeralda Esther Padrón Martínez, quienes vivieron toda su vida en Getsemaní antes. de verso obligados a irse. Ambas coinciden en que los altos costos del llegar las sacaron de las calles donde construiron amistades y una vida comunitaria que descrita como alegre y unida. Peterson cuenta, por ejemplo, que en 2015 pagaba 800.000 pesos y en la actualidad el precio subió a dos millones sin servicios públicos. Sin embargo, el vínculo con el territorio no se rompió. Padrón Martínez está contundente al afirmar que volvería a vivir en Getsemaní y asegura que cada fin de semana regresa para participar en los eventos culturales del barrio. Tanto ella como Peterson, parte de la diáspora getemanicense, se aferran a la nostalgia, a sus raíces ya los recuerdos construidos durante años en esa zona de Cartagena. Antes sabíamos quién vivía al lado; eso ya no pasaCarolina del Carmen Peterson, integrante de la diáspora de Getsemaní.Los datos del documento ‘Diásporas y resistencias: resultados del censo de población y de vivienda en Getsemaní, 2025’ respaldan esa percepción. “Durante los últimos 10 años, la comunidad de residentes valora como malos o muy malos los cambios observados en el barrio en relación con el costo de la vivienda, la presencia de nuevos negocios y restaurantes, la calidad de la infraestructura y servicios públicos y la población del barrio”, señala el censo. La mayor preocupación recae en el desplazamiento de habitantes y las restricciones sobre el uso del espacio público.Esmeralda Esther Padrón Martínez, integrante de la diáspora de Getsemaní.Foto:Andrea Moreno. CEETA esto se suman otros factores que han incentivado la intención de mudarse, como el alza en el costo de vida, la transformación de la identidad cultural del barrio y la contaminación ambiental y sonora. El 6,4 por ciento de los residentes encuestados manifestó la intención de irse, y de ellos, el 32 por ciento lo haría por razones económicas. Para Peterson, uno de los dolores más profundos es que sus hijos no tengan la oportunidad de conocer la vida comunitaria que ella vivió durante su juventud, desde salir a jugar a la calle con sus amigas, usar la Plaza de la Trinidad como punto de encuentro hasta tener las puertas abiertas como sinónimo de confianza. “Antes sabíamos quién vivía al lado; eso ya no pasa”, recuerda.No todo es malo, dice. “Hay muchos getemanicenses que trabajan con el turismo, porque tienen sus propios negocios, incluso tengo algunos familiares que lo hacen. Lo negativo es que la vida de barrio ha desaparecido”, indica.El censo muestra, además, que el despoblamiento del barrio ha estado acompañado del envejecimiento marcado de su población, así como de una baja participación de los jóvenes. “Hoy los menores de cinco años representan apenas el 1,4 por ciento de la población total, mientras que los mayores de 60 alcanzan el 33,6 por ciento”, señala el documento. En nombre de Dios, todos vamos a volver a Getsemaní Carolina del Carmen Peterson, integrante de la diáspora de Getsemaní. El proceso de salida no fue sencillo para la familia de Peterson. Cuenta que su mamá no logró adaptarse a la nueva vivienda ubicada en El Prado y que, para animarla, solían indicarle que regresara a Getsemaní los fines de semana. “Cada vez que voy, lo que más me gusta es saludar a quienes eran mis vecinos y hablar con ellos; preguntarles cómo está su familia”. Con esperanza, agrega que presente que algún día podrán volver al barrio donde fueron felices y compartían la vida con los demás.Foto:Andrea Moreno. CEETContenidoLas cifras del censo coinciden con este relato. La principal causa de 294 personas de la diáspora entrevistadas para irse fue la venta de su propiedad (26,5 por ciento), seguida del aumento del arriendo (13,3 por ciento) y los cambios en el entorno o la búsqueda de mejores oportunidades laborales (7,1 por ciento). Aun así, casi el 90 por ciento de quienes se fueron mantienen vínculos cotidianos con el barrio y el 98 por ciento afirma que se sintió mejor cuando vivía allí y desearía volver. Peterson lo resume en una frase que explica su esperanza y la de muchos otros: “No desfallezcan, siempre tengan presente a su barrio porque, en nombre de Dios, todos vamos a volver a Getsemaní”.ANGIE RODRÍGUEZ – REDACCIÓN VIAJAR – @ANGS0614ANGROD@ELTIEMPO.COM Conforme a los criterios de

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