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Sunday, October 26, 2025

China, el monstruo que financia Occidente

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Foto: AFPTras el éxito mediático del acuerdo de paz en la franja de Gaza, las esperanzadoras noticias que empiezan a llegar del Caribe y la reanudación de las conversaciones sobre ucraniaa Donald Trump le toca ahora afrontar la guerra que realmente importa: la guerra económica y tecnológica con Porcelana.

Muchos analistas reducen el conflicto a una disputa comercial o arancelaria. Error. Es mucho más que eso: un esfuerzo concertado, planificado durante más de treinta años por el Partido Comunista Chino (PCCh) para vacacionar de capacidad industrial a occidente y, después, usar su hegemonía económica para subyugar a los «flojos occidentales» y actuar a sus anchas en el Pacifico –y más allá.

Lo irónico es que han sido las propias empresas occidentales quienes financiaron el crecimiento del monstruo que ahora amenaza su supremacía.

La trampa de la aperturaEn los años noventa, bajo Deng Xiao Pingel PCCh inició su apertura económica, invitando a empresas occidentales a instalarse en Porcelana. Atraídas por un mercado potencial de más de mil millones de consumidores, costes laborales ínfimos y generosos subsidios, las multinacionales se lanzaron a la «conquista» del gigante asiático. La inversión directa por parte de Occidente en China se disparó, hasta el año 94 a 100.000 millones de dólarespartiendo de la nada. Una cantidad equivalente al Plan Marshall.

Los chinos, nada ingenuos, exigieron transferencias tecnológicas como precio de entrada. Combinado con la inexistente protección de la propiedad intelectual y una campaña educativa para formar a sus futuras élites, el resultado fue un gigantesco «fondo de comercio» de conocimiento extranjero. Primero, se enfocaron en industrias básicas –acero, química, electrónica, farmacéutica– y más tarde pasaron al siguiente nivel.

La segunda fase: innovación con dinero ajenoA comienzos de los 2000, Porcelana lanzó su Plan de Medio y Largo Plazo para la Ciencia y la Tecnología (MLP), centrado en desarrollar innovación doméstica y convertir al país en líder mundial en I+D. Los sectores estratégicos elegidos: biotecnología, energías renovables, telecomunicaciones y tecnología avanzada. De nuevo, la paradoja: este desarrollo fue financiado por empresas occidentales. Solo Manzana invirtió más de 250.000 millones de dólares en transferencia tecnológica y producción local en cinco años.

Simultáneamente, el régimen impulsó su capacidad militar: la industria naval pasó de ser irrelevante a convertirse en la mayor del mundo. Con subvenciones estatales equivalentes a más del 5% del PIB anual, Porcelana siguió implementando su patrón: invitar a empresas occidentales al país, robarles hasta la camisa en su propiedad intelectual, en paralelo que creaba un campeón nacional para competir, seguido de la expulsión de los occidentales del mercado doméstico, y el desplazamiento de su mercado internacional, destruyendo progresivamente la capacidad industrial de EE.UU. UU. y europa.

MIC2025: la hegemonía planificadaCon la llegada de Xi Jinping En 2013, la estrategia alcanzó su fase final. En 2015 lanzó el plan. «Hecho en China 2025» (MIC2025), con el objetivo de lograr autosuficiencia del 70 % en materiales estratégicos y sensibles a la seguridad nacional. El programa se centra en diez sectores: tecnología de la información, robótica, aeroespacial, marina, ferroviaria, vehículos eléctricos, generación eléctrica, maquinaria agrícola, nuevos materiales y biomedicina.

Para suplir su déficit intelectual, el régimen financió a millas de estudiantes para formarse en las mejores universidades occidentales y repatriarlos después, integrándolos en empresas «privadas» subsidiadas por el Estado. Solo Huawei Recibió más de 75.000 millones de dólares en ayudas directas hasta 2019. Ese mismo año, las universidades estadounidenses tenían más de 370.000 estudiantes chinos, de los cuales 35.000 eran candidatos a doctorado.

La fábrica del mundo (y del futuro)El resultado es visible: Porcelana controla hoy el 58 % del mercado global de vehículos eléctricos, más del 50 % de la construcción naval y lidera la robotización industrial (500 robots por cada 10.000 trabajadores). Solo los semiconductores se le resisten: los chips occidentales siguen siendo muy superiores, quizás por eso la urgencia en la anexión de Taiwán. Pero el dato clave es otro: Porcelana produce ya el 30 % de toda la fabricación mundial. Todo un éxito para un modelo estatal autoritario.

No es política industrial: es guerra económicaA primera vista, podría parecer un caso de política industrial exitosa, al estilo del INI español de los 60 o el «Alemania 4.0». Pero no lo es. Las subvenciones chinas no buscan solo el desarrollo interno: buscan desindustrializar al enemigo. Y han contado con la inestimable ayuda de las élites políticas occidentales, que compraron sin reservas la narrativa de la «apertura», convencidas de que la prosperidad traería democratización. A ello se sumaron las políticas medioambientales históricas y regulaciones industriales y laborales suicidas que hicieron inviable competir a las empresas occidentales.

Las subvenciones chinas buscan desindustrializar al enemigo

Mientras tanto, Pekín sigue perfeccionando su guerra híbrida: restricciones a minerales raros (ya en 2010 contra Japon); introducción de patógenos que pretendían afectar las cadenas alimentarias; y preposicionamiento de equipos capaces de interferir en las redes eléctricas y de telecomunicaciones.

El regreso del «loco naranja»Y aquí entra en escena Triunfo. ¿Qué hacer ahora? Continuar con la política globalista sería suicida: en cinco años la dependencia sería irreversible. Pero una ruptura total también es impensable: occidente depende de Porcelana para motores eléctricos, minerales raros y componentes críticos. La respuesta parece ser el «desacoplamiento gradual»: aranceles que neutralizan el impacto de las subvenciones chinas a su industria, restricciones tecnológicas para sectores sensibles y apoyo estatal a industrias estratégicas (semiconductores, energía, transporte, farmacéutica). Una política industrial defensiva, y demasiado estatista, pero creo que en este imprescindible, para deshacer el daño de más de tres décadas.

La inteligencia artificial (IA) será la gran variable de la próxima década, y ahí occidente conserva ventaja gracias a los semiconductores. Pero hay un problema: la energía. Porcelana ha añadido 1.500 GW de generación eléctrica en solo cinco años, y su capacidad total ya roza los 3.700 GW. Estados Unidos tiene 1.250 GW. Españaapenas 129. La IA necesita electricidad, y mucha. Y mientras ellos construyen reactores, nosotros cerramos las nucleares. Y Yolandita se queja de que cada palabra en la IA es una botella de agua.

En la innovación corremos el riesgo de quedarnos atrás. Desde 2010, Porcelana lidera en número de patentes: 1,7 millones en 2023, frente a las 500.000 de Estados Unidos. Aunque la calidad de muchas sea discutible, el volumen empieza a dar miedo. En el terreno militar, su capacidad de producción industrial masiva es innegable, pero la guerra de ucrania ha demostrado que la calidad tecnológica, la integración mediante IA y los drones pueden compensar esa ventaja… de momento. En el terreno educativo, simplemente deja un dato. Porcelana gradúa cada año a más de 1,4 millones de ingenieros. Estados Unidos a menos de 40.000, de los cuales la mitad son extranjeros. La población china es solo tres veces mayor que la estadounidense.

La nueva guerra fríaLos próximos meses serán decisivos. Los aranceles son solo la superficie: lo que está en juego es la supremacía económica y militar de las próximas décadas. Esta es una nueva Guerra friapero contra un enemigo más sutil, más paciente y más peligroso que el anterior. El enemigo ha aprendido de nuestras debilidades y se está aprovechando de ellas. La pregunta es si nuestros líderes sabrán verlo… a tiempo.

Artículo publicado en el diario El Debate de España

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