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Sunday, October 26, 2025

¿Inversión o marketing político? Analizando el anuncio de OpenAI en Argentina

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Una inversión multimillonaria en Inteligencia Artificial en la Patagonia y el lanzamiento del proyecto Stargate Argentina se han presentado como un hito histórico, pero en un contexto electoral y geopolítico tan cargado, la pregunta no es sólo qué se promete, sino para quién, con qué propósito y bajo qué reglas.

Con una mezcla de grandeza y emoción, el gigante tecnológico global OpenAI (creador de ChatGPT), la empresa nacional Sur Energy y el gobierno argentino hicieron un anuncio conjunto el viernes para desarrollar un mega centro de datos de IA en la Patagonia. El lanzamiento incluyó un mensaje en video del CEO de OpenAI, Sam Altman, una de las figuras más influyentes del mundo en IA, quien habló de una asociación visionaria para colocar a Argentina a la vanguardia del futuro digital.

Sin embargo, más allá del entusiasmo de los discursos, el episodio merece una lectura crítica que tenga en cuenta el contexto político, geopolítico y corporativo en el que se desarrolla. Lo que se presenta como innovación puede, en algunas circunstancias, servir también como herramienta de propaganda.

La presentación pública de este proyecto –y el respaldo de Altman al presidente Milei– se produce pocas semanas antes de las elecciones nacionales, a las que el gobierno se acerca en medio de dificultades y reveses. Este momento convierte lo que podría haber sido una noticia prometedora sobre el desarrollo en un gesto de legitimación política. La imagen de “innovación compartida” funciona como un respaldo simbólico que puede moldear las percepciones públicas más allá de los hechos concretos.

No podemos ignorar que esos gestos simbólicos, incluso si técnicamente no equivalen a una intervención electoral, tienen efectos políticos reales: otorgan capital de reputación, especialmente cuando provienen de figuras mundialmente admiradas.

Las dudas también rodean a Sur Energy, que Altman describió como una de las principales empresas energéticas de Argentina, una afirmación que merece un examen más detenido.

Los informes sugieren que, si bien OpenAI aceptaría comprar todo lo producido por el centro de datos (lo que en realidad no representa una contribución directa de capital), su socio Sur Energy estaría a cargo de encontrar la empresa constructora y reunir el fondo de financiamiento para el proyecto, precisamente el aspecto más complejo de cualquier proyecto de infraestructura de este tipo.

Sin cuestionar la iniciativa empresarial, Sur Energy es una empresa poco conocida y sin credenciales visibles en infraestructura tecnológica de la escala anunciada, pero parece estar tomando la iniciativa en un proyecto colosal. Que una empresa de tan bajo perfil se convierta repentinamente en socio estratégico de un proyecto valorado en hasta 25.000 millones de dólares plantea auténticas dudas sobre la estructura de esta alianza, cuestiones que, en nombre de la transparencia, deberían aclararse sin demora.

El anuncio también debe ser examinado a la luz del reciente swap de divisas por 20 mil millones de dólares otorgado por el gobierno de Estados Unidos a Argentina. Según el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, el acuerdo depende del compromiso del presidente “Milei” de sacar a China de Argentina.

La inversión en tecnología podría leerse como parte de un realineamiento geopolítico en el que la ubicación de la infraestructura digital sirve como un instrumento de alineación internacional en lugar de un factor de desarrollo puramente inclusivo.

OpenAI se presenta a nivel global como una organización comprometida con el desarrollo de la Inteligencia Artificial “en beneficio de la humanidad”. Esa misión, por noble que parezca, exige gran madurez y prudencia. El entusiasmo por la innovación no puede justificar alianzas que –incluso sin querer– terminan blanqueando liderazgos polarizados o inestables en contextos políticos frágiles con débiles salvaguardias legales. La inversión no es neutral. Tampoco lo son los elogios públicos.

El desarrollo tecnológico es bienvenido cuando se basa en procesos transparentes, marcos regulatorios sólidos y una amplia participación. Pero cuando se basa principalmente en relaciones personales, tiempos electorales y narrativas emocionales, surge una pregunta inevitable: ¿se trata realmente de construir el futuro o de marketing político disfrazado de innovación?

Argentina necesita inversores extranjeros, especialmente en tecnología. Eso no está en discusión. Lo que hay que debatir es cómo se construyen estas alianzas: mediante transparencia u opacidad, mediante instituciones o atajos personales, con visión de país o con urgencia electoral.

La verdadera innovación no se mide sólo en megavatios o servidores. También se mide en calidad institucional y respeto a la democracia. Y ese estándar –incluso en la era de la inteligencia artificial– nunca debería rebajarse.

*Irma Argüello, especialista en seguridad internacional y gobernanza ética de la IA.

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por Irma Argüello*

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