En la posideología que domina el panorama geopolítico actual, donde el votante efectivista exige resultados tangibles por encima de narrativas ideológicas obsoletas, el papel de las monedas se convierte en un arma estratégica más que en un mero instrumento financiero.
Latinoamérica, atrapada en el bloqueo generacional de economías extractivistas y dependientes, se ha convertido en el tablero de ajedrez donde el dólar estadounidense –con su hegemonía de 58% en reservas globales y 84% en comercio mundial– choca frontalmente contra el renminbi chino (RMB), que araña un modesto 2-4% en el mismo ámbito, pero que en la región ya representa hasta el 50% en transacciones bilaterales con Beijing.
Esta asimetría no es casual: el dólar, respaldado por la liquidez de los mercados norteamericanos y la red SWIFT, actúa como ancla de estabilidad para países como México (donde el 95% de las reservas están en dólares) y Brasil (con un comercio dominado por el billete verde pese a swaps con China), permitiendo a Washington ejercer sanciones quirúrgicas que congelan activos y aíslan regímenes parias.
En contraste, el RMB emerge como salvavidas en la “geogestión” china, con swaps por 20.000 millones de dólares en Argentina y Brasil que han catapultado su uso a 47% en pagos comerciales argentinos; un avance impulsado por la iniciativa que inyecta infraestructura a cambio de materias primas, pero que aún tropieza con controles de capital y menor convertibilidad; limitando su peso a nichos como el agroexportador regional.
Venezuela, epicentro de esta contienda monetaria, ilustra el péndulo acelerado de la crisis posideológica: con una deuda de 19.000 millones de dólares hacia China y exportaciones petroleras facturadas en 85% en RMB para evadir sanciones; mientras el bolívar agonizante coquetea con el yuan como moneda de facto en transacciones con refinerías independientes chinas que procesan crudo sancionado a descuento, y criptoactivos, amortizando pasivos vía importaciones de China.
Esto no es desdolarización orgánica, sino supervivencia agonizante: el USD, pese a su depreciación del 9% en H1 2025, sigue anclando el 90% de reservas venezolanas y el mercado paralelo (hasta su colapso inducido en mayo pasado), mientras el RMB financia el 50% del PIB petrolero, atando a Maduro a un eje anti-OTAN que Rusia y China usan para contrarrestar la doctrina de “estabilización quirúrgica” trumpista.
En este contexto, la guerra de tarifas de Trump –con aranceles de 104% a China y 20-50% a Latinoamérica, excluyendo temporalmente a México, pero golpeando soja brasileña y autos argentinos– acelera la bifurcación: China responde con controles a tierras raras y un frente unido con la Celac, atrayendo a Brasil (que ya factura 37% de su intercambio con China en RMB) hacia una “paz por resultados” que debilita la influencia norteamericana; Mientras Estados Unidos usa el dólar como garrote para forzar alineamientos, elevando precios regionales en 6-11% y erosionando la competitividad exportadora.
El riesgo para Latinoamérica es claro: alinearse con el RMB promete desbloqueo generacional vía inversión china (600 acuerdos bilaterales planeados para 2025), pero exponen a represalias trumpistas que podrían recortar el PIB regional en 0,5-1%; para Venezuela, es el ultimátum: el yuan como muleta perpetúa el escenario Inocuo, pero el dólar –vía licencias revocadas– acelera el escenario pesimista, donde la estabilización forzada por Washington cataliza la transición efectiva liderada por Machado y González.
En este tablero de geogestión, donde Trump escribe su “guerra para la paz” con aranceles como munición, Latinoamérica debe navegar no como peón ideológico, sino como gestor pragmático: diversificar reservas sin abdicar al dólar, priorizando alianzas que desbloqueen oportunidades para la Generación Z, o arriesgarse a que el péndulo acelerado nos deje en escombros perpetuos. El futuro no se promete; se factura en la moneda que domina el cambio.
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Que en el comercio mundial (facturación y liquidación de pagos), aproximadamente 84% del comercio global es facturado en dólares (datos de la Reserva Federal, abril 2024; tendencia estable en 2025), lo cual refleja su rol como moneda de referencia en exportaciones/importaciones no chinas, con un declive mínimo desde 88% en 2020. Mientras que el renmimbi RMB ocupa alrededor del 4-6% del comercio global (estimado 2024-2025, según Asia House y ThinkChina). En el comercio chino (que representa ~15% del global), el renmimbi ha superado al dólar en liquidaciones (52,9% RMB vs 42,8% USD en marzo de 2024), pero su impacto mundial es limitado a sectores como energía y BRI (Iniciativa de la Franja y la Ruta)Ni que la participación relativa del dólar es ~14-21 veces mayor que el RMB (ratio 84:6). El crecimiento del RMB (triplicado en financiamiento comercial desde 2021) se concentra en Asia y África, pero no erosiona significativamente el dominio del dólar, que se mantiene por la liquidez y estabilidad de los mercados estadounidenses. El dólar es ~26 veces mayor que el RMB (relación 58:2.2). La depreciación del dólar en 2025 (DXY -10% en H1) infló temporalmente las participaciones de otras monedas, pero ajustes por tipo de cambio confirman la estabilidad relativa del dólarO que en la Tenencia de Reservas Internacionales (FX Reserves), el dólar representa 57,4-58% de las reservas globales asignadas (Q3 2024-Q1 2025, FMI COFER). Y que, si bien ha caído desde 66% en 2015 debido a la diversificación, sigue siendo la moneda principal en ~$12,3 billones de reservas totales. Mientras que el RMB representa el 2,2% de las reservas globales (2024, Reserva Federal; similar en Q1 2025). Y si bien está incluido en la canasta SDR del FMI desde 2016, se hizo más por razones de “cortesía diplomática” que por su peso en la economía global. Y su muy escasa participación se debe a los controles de capital chinos y menor liquidez… nadie, ni los chinos, quiere que le paguen sus exportaciones en RMB. Tampoco que, resumiendo, el dólar representa el 84% del comercio mundial, mientras que el yuan solo entre el 4% y el 6%. Y en cuanto a las Reservas Internacionales el dólar representa el 58%, mientras que el yuan solo el 2,2%. El dólar retiene una hegemonía absoluta (más del 50% en ambos segmentos), mientras el RMB crece solo en nichos chinos; Mientras que globalmente representa




