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Sunday, October 26, 2025

La votación aplazada en Haití: cuando el miedo reemplaza a la papeleta

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Haití no celebrará elecciones nacionales antes de febrero de 2026. Esa frase suena procesal. No lo es.

Significa que un país que no ha votado desde 2016 entrará un año más gobernado por una autoridad interina porque los grupos armados, ahora dominantes en la mayor parte de Puerto Príncipe y avanzando hacia otras regiones, hacen imposible una votación creíble.

El propio jefe electoral de Haití lo expresó claramente: el mapa de seguridad ha cambiado; los lugares de votación no pueden protegerse; La logística no se puede garantizar.

La historia, contada de forma sencilla, es la siguiente: no se pueden realizar unas elecciones en las que las carreteras están controladas por hombres armados, en las que funcionarios y votantes corren el riesgo de ser secuestrados de camino a las urnas y en las que los centros de escrutinio son objetivos.

El último presidente electo de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en 2021. Desde entonces, los acuerdos de emergencia han salvado la brecha repetidamente mientras todos decían que las elecciones llegarían “pronto”. Hoy, “pronto” tiene una fecha que sigue desplazándose, porque la fuerza, no la ley, fija el calendario.

La votación aplazada en Haití: cuando el miedo reemplaza a la papeleta. (Foto reproducción de Internet) La historia detrás de esta historia es acerca de la capacidad del Estado vaciada a lo largo de los años. La policía está superada en número y en armas; los tribunales y las administraciones locales luchan por funcionar; empresas y grupos de ayuda se desvían o cierran cuando se toman los corredores; las familias se desarraigan cuando los vecindarios cambian de la noche a la mañana.

La crisis de seguridad de Haití da forma a la región Cuando las autoridades dicen que las pandillas controlan aproximadamente el 90 por ciento de la capital, también están diciendo que los camiones de combustible, los autobuses escolares, las medicinas y los materiales electorales se mueven -si es que lo hacen- en los términos establecidos por esos grupos.

Por eso ni siquiera un padrón electoral perfecto o un kit de votación importado cambiarán el resultado: sin una seguridad básica, un voto es una promesa que no se puede cumplir. Por qué esto es importante para los lectores fuera de Haití: un gobierno interino prolongado sin elecciones tiende a traspasar las fronteras.

Da forma a las rutas migratorias a través del Caribe y hacia las Américas, afecta el comercio a través de los puertos y carreteras de Haití y obliga a los vecinos a desviar la atención diplomática, humanitaria y de seguridad.

Para Brasil, hogar de una importante comunidad haitiana y un largo recuerdo del mantenimiento de la paz en el país, la inestabilidad nunca está “lejos”. Es visible en consulados, aulas, iglesias y mercados laborales.

Lo que hay que observar a continuación no es una fecha en un calendario sino tres pruebas prácticas: ¿recuperan y mantienen las autoridades arterias de transporte claves? ¿Las comunidades ven una actuación policial predecible en lugar de redadas esporádicas? ¿Llega un plan electoral con una financiación realista y un escudo de seguridad, no sólo con plazos en papel?

Si esas piezas encajan, la votación se convierte en un camino de regreso a la representación. Si no lo hacen, el calendario volverá a retrasarse, porque donde manda el miedo, no lo hacen las papeletas.

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