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Sunday, October 26, 2025

Ataques en el Pacífico, lazos frágiles: los ataques a barcos estadounidenses ponen a prueba a Colombia y las reglas de la guerra en el mar

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Dos explosiones en el Pacífico Oriental en menos de un día (ambas dirigidas a pequeñas embarcaciones que, según Estados Unidos, transportaban drogas) han convertido una lucha larga y turbia en una pelea diplomática abierta.

Al menos cinco personas murieron en los dos incidentes, y funcionarios estadounidenses reconocieron que un ataque ocurrió frente a la costa del Pacífico de Colombia. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció las acciones con breves videos y dijo que el presidente Donald Trump las autorizó.

La historia detrás de la historia es donde las rutas y la ley se encuentran. El Caribe alguna vez dominó las imágenes de las interdicciones, pero la mayor parte de la cocaína marítima ahora circula a través del Pacífico Oriental desde Colombia, Ecuador y México.

Las estimaciones oficiales cifran sólo una pequeña proporción (alrededor de una décima parte) a través del Caribe. Por lo tanto, trasladar la lucha hacia Occidente es lógico sobre el papel.

Pero el método importa: Washington dice que está en un “conflicto armado no internacional” con los cárteles de la droga, etiqueta que permite a los militares usar fuerza letal contra presuntos contrabandistas en el mar.

Ataques en el Pacífico, vínculos frágiles: los ataques a barcos estadounidenses ponen a prueba a Colombia y las reglas de la guerra en el mar. (Foto reproducción de Internet) Los críticos de ambos partidos están incómodos con esa extensión legal y la dependencia de poderes ejecutivos de guerra para operaciones que pueden matar a personas lejos de cualquier campo de batalla declarado.

Lo que ha intensificado el retroceso es la falta de pruebas compartidas públicamente. Los vídeos de la huelga muestran barcos en erupción; no muestran cargamento ni identifican a los muertos.

Los ataques en alta mar ponen a prueba la soberanía y la cooperación En un caso reciente que involucró a un “narcosubmarino” de bajo perfil, dos sobrevivientes fueron repatriados y uno fue liberado posteriormente por falta de pruebas. Esos resultados hablan de la brecha entre una acción cinética y un caso procesable.

Mientras tanto, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, dice que el paro en el Pacífico violó la soberanía y puso en peligro a los pescadores y las comunidades costeras.

Trump ha respondido con insultos personales y amenazas de recortes de ayuda y sanciones comerciales. El resultado es una política destinada a fortalecer la cooperación que ahora corre el riesgo de romperla.

Esto importa más allá de Colombia. Sienta un precedente sobre cómo los Estados poderosos justifican la fuerza contra grupos criminales en alta mar, donde la aplicación de la ley, el intercambio de inteligencia y la confianza son la moneda del éxito.

Si los socios se sienten marginados, las operaciones conjuntas que silenciosamente detienen toneladas de cocaína pueden dar paso a explosiones que acaparan los titulares y que resuelven menos de lo que descomponen.

Para los lectores fuera de la región, la conclusión es simple: ésta no es sólo una historia sobre drogas. Es una prueba de la soberanía, el debido proceso y las reglas de la guerra en el mar, cuestiones que determinan cómo las democracias enfrentan el crimen transfronterizo sin convertirse en aquello por lo que luchan.

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