Brasil, el noveno fabricante de automóviles del mundo, se enfrenta a una interrupción de la producción que podría comenzar en unas semanas. La razón no es la mala gestión local ni las disputas laborales: es una guerra global de chips que se desarrolla entre China y Europa.
La chispa surgió cuando el gobierno holandés tomó abruptamente el control de Nexperia, una empresa de semiconductores propiedad de la china Wingtech Technology, citando preocupaciones de seguridad nacional.
Beijing contraatacó restringiendo las exportaciones de componentes de chips fabricados en China. Las consecuencias han sido inmediatas: las cadenas de suministro globales se están estrechando nuevamente, amenazando a los fabricantes de automóviles desde Alemania hasta São Paulo.
Los automóviles modernos dependen de los semiconductores como nunca antes: cada vehículo utiliza entre 1.000 y 3.000 chips para gestionar todo, desde la inyección de combustible hasta el aire acondicionado y los sistemas de frenos. Los modelos eléctricos e híbridos necesitan aún más.
Nexperia, aunque poco conocida por el público, suministra alrededor del 40 por ciento de los chips automotrices básicos del mundo. Cuando sus envíos se detienen, las plantas automotrices de todas partes comienzan a funcionar inactivas.
La escasez de chips amenaza con paralizar la industria automotriz de Brasil. (Foto reproducción de Internet) La industria automovilística brasileña es particularmente vulnerable. Sostiene casi una quinta parte de la base manufacturera del país y sustenta 1,3 millones de puestos de trabajo.
La industria está más expuesta que otras a los shocks de oferta porque importa casi todos los componentes avanzados, incluidos los semiconductores. Durante la pandemia, una escasez similar de chips cerró las fábricas brasileñas durante meses y costó miles de millones en pérdida de producción.
Anfavea, la asociación nacional de fabricantes de automóviles, advierte ahora que la historia puede repetirse. El presidente Igor Calvet ha pedido al gobierno que adopte medidas urgentes.
El vicepresidente Geraldo Alckmin, que supervisa la política industrial, ha iniciado conversaciones con proveedores y diplomáticos extranjeros para asegurar asignaciones de emergencia.
Detrás de la crisis inmediata se esconde una historia más profunda: la dependencia de Brasil de la tecnología extranjera. A pesar de esfuerzos recientes como el Programa Brasil Semicon, destinado a impulsar la producción nacional de chips, las capacidades locales aún están a años de satisfacer la demanda.
La crisis actual expone cómo las luchas por el poder global pueden repentinamente apoderarse de economías distantes y cómo una pequeña pieza de silicio puede decidir el destino de toda una industria.




