P.: La última vez que hablamos comentó que el Estado le debía cerca de $400.000 millones al sector, ¿cuál es la situación actual de la deuda con las constructoras? G.W.: Cuando asumió este Gobierno ya existía una deuda importante de la gestión anterior, sobre todo del segundo semestre de 2023. En su momento estimamos que rondaba los $400.000 millones, aunque probablemente fue más. Se fue pagando parcialmente y a valores de moneda corriente, sin ningún tipo de actualización, por lo que el deterioro fue enorme. Todavía hay deudas pendientes de ese período y, a pesar de que la ley prevé que se pague con intereses, siempre se liquida sin actualización alguna. P.: ¿Cuáles son las principales preocupaciones del sector en este contexto? G.W.: La principal es la falta de obra pública nacional. Algunas provincias -las de mayor solidez económica, como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe o Mendoza- mantienen obras con fondos propios, pero el resto del país está prácticamente paralizado. Y el Presupuesto nacional prorrogado prevé apenas el 0,4% del PBI para infraestructura, una cifra ínfima que además difícilmente se ejecute. weiss.jpeg P.: En estos días hubo fuertes inundaciones en la provincia de Buenos Aires. ¿Cuánto pesa la falta de infraestructura? G.W.: Muchísimo. En la cuenca del Río Salado, por ejemplo, hay tramos que estaban en obra y quedaron paralizados, al igual que el resto de la obra pública nacional. Se generan cuellos de botella que agravan las inundaciones, porque hay sectores de la cuenca que tienen un ancho determinado y más adelante se achican por la falta de obras. Pero no es solo eso: faltan canalizaciones, drenajes y mantenimiento de rutas. Si las obras estuvieran hechas, el impacto habría sido mucho menor. P.: ¿De cuánto debería ser la inversión en infraestructura para revertir este panorama? G.W.: Nuestros estudios muestran que solo para conservar en pie la infraestructura actual -sin ampliarla ni modernizarla- el país necesita destinar unos u$s25.000 millones por año, lo que equivale a casi u$s70 millones diarios. Y si el objetivo fuera impulsar un crecimiento sostenido, la inversión requerida debería alcanzar al menos el 9% del PBI anual. P: ¿Por qué cree que el Presidente se muestra tan reacio a reactivar la obra pública? G.W.: Por dos razones. En primer lugar, porque el objetivo central del Gobierno es lograr el ajuste fiscal y bajar la inflación. Para reducir la inflación se necesita alcanzar el superávit, y para lograrlo hay que recortar gastos en distintos frentes. Así, se ajusta a los jubilados, al Hospital Garrahan, a la obra pública y a otros sectores. En segundo lugar, porque el Presidente sostiene una visión claramente libertaria: repite cada vez que puede que la infraestructura debe ser financiada y ejecutada por el sector privado. P.: ¿Eso es realmente posible? G.W.: La experiencia internacional demuestra que la inversión privada en infraestructura rara vez supera el 15% del total, incluso en países como Inglaterra, que fue pionera en ese modelo. Lo mismo ocurre en Europa, EEUU, Canadá o Australia: la mayor parte de la inversión la realiza el Estado, porque no hay rentabilidad privada en construir un hospital, una escuela o una ruta con bajo tránsito. Además, para que el capital privado participe se necesitan reglas de juego claras, financiamiento a largo plazo y tarifas dolarizadas. Hoy la Argentina no cumple con ninguna de esas condiciones. P.: ¿Cuánto tiempo puede sostenerse esta falta de inversión? G.W.: Se puede sostener toda la vida, pero a costa de un deterioro enorme en la calidad de vida y en la competitividad. No se puede producir más si no hay rutas, puertos o energía. El campo puede duplicar su producción si le sacan las retenciones, pero si no tiene caminos rurales, no puede transportar nada. P.: ¿Y cómo juega la obra privada en este escenario? G.W.: La obra privada está atada a la actividad económica general. Si el país crece, el sector también. Lo único que hoy tracciona algo es la inversión en petróleo y gas, sobre todo en Vaca Muerta. En minería hay muchos anuncios, pero poca ejecución. P.: ¿Qué tipo de infraestructura falta hoy en el país? G.W.: Prácticamente toda. Faltan rutas, ferrocarriles, hospitales, escuelas, redes de agua y cloacas. Gran parte de la infraestructura existente está obsoleta. Para darte una idea, en la avenida del Libertador, a la altura de 9 de Julio, se está reemplazando una cloaca construida en 1900. Ese es el nivel de atraso que enfrentamos. De acuerdo con un informe de la Dirección Nacional de Vialidad, el 70% de las rutas nacionales se encuentra en estado regular o malo, mientras que solo el 30% está en buenas condiciones. P.: ¿Y qué papel debería tener el Estado en ese esquema? G.W.: El Estado tiene que garantizar lo esencial: educación, salud, justicia, seguridad y defensa. P.: ¿Qué opina de las reformas planteadas por el Gobierno? G.W.: Hay que hacerlas. Argentina tiene una carga impositiva tremenda, no solamente es muy alta en volumen de de impuestos, sino que además recae sobre 50% de las empresas porque el otro 50% está en negro. Entonces, la presión tributaria es tremenda. Y después, es necesaria una reforma laboral. Argentina no crea empleo formal desde hace 10 años. P.: La falta de generación de empleo formal, ¿no es consecuencia directa de la falta de crecimiento económico? G.W.: De las dos cosas. De la falta de crecimiento, sin duda, pero también de que las empresas no contratan en blanco. Cuando digo las empresas, acordate que el grueso de la economía lo mueven las pymes, no las grandes compañías. Entonces, cuando Ford toma gente, no preocupa porque la contrata en blanco, obviamente. Pero cuando una pyme de La Quiaca emplea cinco personas, lo hace en negro. Por eso, lo que hay que lograr es condiciones laborales con la flexibilidad suficiente para que esas pymes puedan incorporar personal formalmente. P.: Entonces, ¿no hace falta algún régimen diferencial para las pymes? G.W.: Sí, puede ser un régimen para las pymes. P.: El estado en estos últimos años perdió capacidad de fiscalización en ese sentido… G.W.: El estado no fiscaliza, nada. Para que te den en cualquier lado una factura tenes que pedirles por favor. P.: ¿Es necesario más o menos Estado? G.W.: Menos estado. El Estado argentino y en el mundo en general en el mundo es más ineficiente que los privados, aún en Japón y Alemania. Aunque allá son bastante más eficientes que nosotros. En Argentina, en particular, el Estado no puede manejar nada, se tiene que dedicar a lo que es imprescindible: garantizar la educación, la salud, la justicia, la seguridad y la defensa. Eso es lo inherente al Estado y que no lo pueden hacer los privados.




