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Friday, November 7, 2025

Al trote, del llano a la montaña

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Sonriente, entre dos caballos que parecen entenderle cada gesto, Emilse Vailati se acomoda la boina bordó y asegura: “No hay muchas mujeres rurales a cargo de actividades que no sean hogareñas, lo que significó un desafío en un ambiente a veces hostil. Pero estoy conforme con lo hecho”, cuenta la creadora de Cabalgatas del Indio (IG: @cabalgatasdelindio / +54 9 11 5326-6896), ubicados en Álvarez Jonte, partido de Punta Indio, a 120 km de CABA. Vailati relata que si bien siempre se manejó en el campo familiar, fue después de una travesía de varios días por la Cordillera de los Andes cuando le surgió la idea: “Quería plasmar esa sensación tan linda de entrar a otro mundo fuera de las preocupaciones mientras uno cabalga, y el llano también lo permite”. Cosas del destino, al poco tiempo conoció a Juan Manuel Rossi, guía de montaña y experto en cabalgatas. Juntos pudieron potenciar mucho más la idea y desde hace 14 años son una referencia en la zona.  “Hacemos travesías de dos días y cabalgatas por la jornada. Para la primera necesitamos muchas horas de luz, porque andamos unas 6 o 7 horas arriba de los animales, así que solemos hacerlas desde septiembre a los primeros días de diciembre, y luego cortamos hasta marzo por el calor”, cuenta. La travesía consta de una primera parte, aproximadamente con 3 horas de cabalgata, hasta el campo de unos vecinos, donde no falta la picada campera. Se continúa con otro tramo hasta la base del campamento, donde comienzan a armarse las carpas igloo, se inicia el fueguito y se comparten empanadas y buena charla hasta el anochecer. Al otro día, tras el desayuno, se emprende el regreso que prevé una parada en el arroyo San Juan, y ya en el campo de Vailati se cierra con un buen asado. La salida de un día suele ser también los sábados, domingos y feriados, aunque si se requiere, funciona también en día de semana. Son 4 horas de traqueteo matinal, hasta que se atan los caballos en el alambre y surge un almuerzo a mitad del camino.  “En otoño y primavera cabalgamos al atardecer y luego compartimos una merienda-picada con productos regionales. En época estival llamamos a las excursiones Noches de Verano. Salimos a las 16, y disfrutamos del atardecer y del sereno, para volver de nochecita y compartir la parrilla”, resume, y agrega: “Creo que una gran diferencia con otras cabalgatas es que la nuestra transita todo el tiempo por campo abierto. No recorremos pueblos ni estamos dentro de una estancia, porque la idea es mostrar la vida real del hombre de campo, como cuando encerramos a las vacas lecheras o vamos al molino para cargar el agua”.  En las sierras En los pliegues rocosos de Tandil, un campo se enfoca, sobre todo, a la educación ecuestre. Vale la pena ver el entusiasmo con el que una docena de niños llega a tomar clases, en las que Marcos Pearson se reconoce a sí mismo. “Nací y me crié rodeado de caballos. Durante un tiempo me dediqué a otra cosa, pero hoy lo reconozco como una vinculación profunda y ancestral: la pampa y su historia, nuestra cultura y nuestras tradiciones, y el respeto y cuidado de estos animales es lo que tratamos de trasmitir”, dice el guía de Paso, Trote, Galope (@paso.trote.galope.tandil / +54 9 249-4345132). “La enfermedad de mi viejo me llevó a recordar libros y relatos, a hablar de caballos, de carros antiguos y a soñar nuevos proyectos mientras mirábamos videos de Oscar Scarpati sobre doma india, o fotos y material del trabajo de mi amigo y padrino Rotxo Torres, experto en enseñanzas de montura y equinoterapia”, cuenta Pearson, el licenciado en Comunicación que se calza las botas y sale al potrero como un gaucho de pura cepa.  Para la mayoría de sus propuestas no hace falta tener experiencia previa, y cada participante se lleva nociones y principios básicos sobre la comunicación y el vínculo con los caballos. Días de experiencia ecuestre, clases semanales y cabalgatas por la zona como la de El Pinar (1 hora y media hasta un bosque donde se observa la Piedra Movediza), Loma del Carancho (3 horas y media desde el paraje La Porteña hasta las tortas fritas alrededor del fuego) o Cerro de la Virgen (5 horas y media por el viejo camino a Gardey, atravesando campos y disfrutando de paisajes y una comida al disco), son parte de su programa, que cuenta como destacada la experiencia a la luz de la luna. “La Cabalgata de Luna Llena incluye comida en el Bodegón del Cerro (@bodegon_el_cerro) un emblema de los picapedreros. Tardamos unas 5 horas por caminos rurales y potreros hasta llegar al paraje Cerro Leones. Al finalizar, ensillamos nuevamente los pingos y volvemos a la querencia”, sintetiza.  En la montaña Jorge García es un viejo amigo de Weekend y en su refugio no faltan las últimas ediciones de la revista, que los de turistas leen ante las cumbres nevadas de la cordillera, mate en mano, mientas se ensillan sus caballos. Desde sus inicios como transportista, y luego como guía de montaña, García ha sabido trasmitir el amor por su ciudad, la mendocina Malargüe. “Este proyecto viene a conjugar todo lo bello de mi pago: caminatas, contacto con los animales, un asado compartido y el silencio de estas montañas únicas”, asegura Las cabalgatas con él tienen como punto de partida el campamento Los Castaños Glamping (@loscastanosglamping) ubicado a 125 km de la ciudad por el Paso Internacional Pehuenche. “Es una cabalgata tipo expedición, con la particularidad de visitar puestos de vecinos trashumantes que realizan desde siempre el movimiento de sus animales a zonas de pasturas frescas entre las temporadas de verano e invierno”, cuenta. Esa zona es reconocida como el punto más rico en la veranada de castrones, el macho reproductor entre los chivos. “Los puesteros de esta ladera, tanto Eliseo Carrasco como Abraham Miranda son gente solitaria, sacrificada, pero culturalmente muy rica. Y sus historias son generalmente las que terminan siendo más recordadas por nuestros pasajeros”, asegura. Con un programa de cinco días y cuatro noches, la cabalgata no escatima en caminatas hasta pozones y cascadas cercanas, aproximaciones a la flora y fauna nativas, las formas ideales de ensillar los aperos y, desde luego, muchas horas montando los animales.  “Hacemos dos noches en campamentos donde no hay absolutamente nada y otras dos junto a los puestos de los castroneros. Dormimos sobre las monturas y nos damos panzadas de lo lindo con empanadas caseras, chivo al horno y regios asados bajo las estrellas”, completa el titular de Pampas Negras (@pampasnegras / +54 2604-519432).  ¿Te apasiona la vida al aire libre, la aventura y la naturaleza? Recibí las mejores notas de Weekend directamente en tu correo. Suscribite gratis al newsletter

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