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Tommaso Protti para M Le magazine du Monde M le mag Brasil Brasil Por Bruno Meyerfeld
Publicado hoy a las 16h00 Artículo reservado aux abonnés
ReportajeAlentados por el antiguo presidente brasileño Jair Bolsonaro, los orpailleurs illégaux ont diferlé dans la forêt amazonienne, provocando contaminación, hambruna y epidémies meurtrières au sein du peuple yanomami. Una hécatombe que la vasta operación de expulsión de ces « garimpeiros », lanzada en 2023 por el presidente Lula, aurait dû freiner.
Et si c’était cela, l’Amazonie rêvée ? Une forêt sans fin, déroulée jusqu’à l’horizon. Des ruisseaux dorés serpentant dans l’immensité verdoyante. Au loin, des collines se dressent, noyées sous des rideaux de pluie. Du minuscule avion cinq place, aux fauteuils usés et à la portière branlante, qui danse et tangue au gré des vents, la canopée défile, tel un océan de feuilles sans rivage. Vu d’ici, la jungla para hacer el tour del mundo.
Loin des plaies béantes d’une Amazonie mutilée surgit enfin un autre visage: celui d’un sanctuaire infini, préservé… mais tout sauf désert. Çà et là, dans les clairières, se dessinent d’imposantes cases concentriques aux allures de château fort: les demeures du peuple indigène yanomami, dont le territoire – le plus vaste du Brésil – se extiende sobre más de 9 millones de hectáreas, así que la talla de Portugal. Trente-trois mille Amérindiens viven aquí en 400 aldeas, souvent coupés du monde.
Emblemáticos, los yanomami constituyentes de los más grandes pueblos autóctonos de la Amazonía encore relativos aislados, jardineros intransigentes de una cultura, de una lengua y de un modo de vida millénaire, magnificados por los clichés de fotografías como Claudia Andujar y Sebastião Salgado. Porteurs d’une cosmogonie fascinante et complexe, en symbiose avec leur belle et redoutable urihi (« terre-forêt »), ils incarnent, au même titre que les Kayapó du cacique Raoni, le symbole mondial de la résistance indigène. Más, en este extremo norte de Brasil, frontal de Venezuela, denué de rutas y sillonné de fleuves, la plenitud n’est qu’aparente.
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