Este sábado 15, junto a Diego Pérez, partimos en la lancha Que no llueva rumbo a la zona del segundo puente del Paraná Guazú. Un clásico cercano para quienes buscan variada y, sobre todo, a las esquivas bogas que empiezan a activarse con los primeros calores. Los pescadores de la zona, siempre generosos con la información, nos marcaron ese dato y salimos buscando nuestras propias experiencias y, como siempre, intentando dejarnos sorprender por este río enorme, caprichoso y fascinante. Primer intento: profundidad, viento y ajustes A las ocho de la mañana ya estábamos sobre el agua. La idea inicial era trabajar la costa bonaerense, buscando bogas en profundidades de 15 m. Pero la combinación de viento cruzado y la fuerte bajante del río complicaron el fondeo desde el primer minuto. Para ganar estabilidad, decidimos acercarnos más a la costa y trabajar en los 7 m, armando dos cañas con postas de sábalo para variada y dejando otras dos en mano con líneas de un solo anzuelo para la boga. Fuimos alternando carnadas, desde daditos de salamín, maíz hasta dados de sábalo y, aunque los piques fueron muchos, las respuestas firmes fueron pocas. Sólo un par de bogas rondando los 2 kilos, lindas y muy luchadoras para arrancar la jornada. Ante la falta de continuidad, cambiamos de estrategia y fuimos al arroyo Brasilero, justo donde se une con el Guazú. Allí fondeamos sobre la costa, en apenas 2 m de profundidad, un contraste notable respecto del punto anterior. La decisión fue acertada: boguitas por todos lados, piques constantes y la sorpresa del día: un hermoso ejemplar de cabeza amarga con sus colores intensos que nunca dejan de llamar la atención. Entre pique y pique hicimos un pequeño alto para recargar energías: gaseosa, unos sándwiches y la charla inevitable sobre dónde encarar la segunda parte de la salida, que sería buscando doradillos y tarariras. Decidimos recorrer zonas del Guazú donde se forman lagunas internas y remansos más tranquilos, apostando a algún doradillo o una tarucha. Las condiciones eran buenas, el agua estaba más calma, pero esta vez los grandes predadores no aparecieron. El río manda, y cuando no da, hay que volver al plan que mejor rindió. Cierre con acción y esperanza Ya con la tarde avanzada, regresamos al sector donde habíamos tenido la mayor actividad de boguitas. El ritmo no cambió: pique tras pique, constante, entretenido, ideal para mantener la caña en mano y disfrutar. Eso sí: todas chicas, pero con una presencia que entusiasma. Todo indica que la temporada de bogas, ya con el calor firme, será mucho mejor que la anterior, que dejó gusto a poco. Para mediados de diciembre ya planeamos volver, no sólo por la boga sino también para buscar los dorados típicos del Guazú, con sus profundidades imponentes y sus correderas desafiantes. ¿Te apasiona la vida al aire libre, la aventura y la naturaleza? Recibí las mejores notas de Weekend directamente en tu correo. Suscribite gratis al newsletter
Bogas en el Paraná Guazú: señales firmes de una temporada que promete
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