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Monday, December 1, 2025

Cuadernos caso de corrupción Cristina Fernández de Kirchner no podía saberlo

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El caso de los cuadernos de corrupción de los ‘Cuadernos de las coimas’ desentierra uno de los dilemas más profundos que enfrenta la política argentina. ¿Cuánto del dinero no declarado recaudado fue para campañas electorales clandestinas, una práctica seguida por todos los partidos políticos, y cuánto quedó en el camino para los funcionarios del gobierno y la propia entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner? En una entrevista con Modo Fontevecchia esta semana, Diego Cabot –el periodista que denunció por primera vez este caso– dijo que muchos funcionarios kirchneristas viven sin trabajar después de dejar el cargo, gracias al efectivo que vulgarmente llaman dinero “para la política”. Con pruebas que incluyen manuscritos registrados, confesiones de empresarios y testimonios de denunciantes, el caso parece sólido más allá de las denuncias que enfrenta el fallecido juez federal Claudio Bonadio, quien inició el caso, y su animosidad hacia Fernández de Kirchner. Se ha discutido si se ha abusado del concepto de denunciante, ya que los empresarios supuestamente tenían miedo de dar el testimonio deseado, pero mucho de lo que declararon fue confirmado posteriormente por expertos forenses que utilizaron software de geolocalización para localizar sus teléfonos móviles en los lugares indicados por los supuestos registros en las libretas, junto con movimientos bancarios sospechosos previos a la entrega de las bolsas con dinero en efectivo. Este es sin duda uno de los casos más emblemáticos de corrupción política en la historia reciente de Argentina. Sobre la responsabilidad de la expresidenta, quien ya está condenada en otro caso de corrupción y cumple pena de prisión bajo arresto domiciliario, se ha argumentado que no podía ignorarla. En el caso Cuadernos la relación entre los hechos y su persona es aún mayor porque bolsas de dinero supuestamente iban a parar a su propia casa. Si el dinero era “para financiar la política” y no para su beneficio personal, cabe señalar que de todos modos sigue siendo un delito y, al menos, ella es responsable de no haberlo impedido. El filósofo y teólogo Tomás de Aquino sostenía que todo poder legítimo debería estar orientado al bien común. Cuando los gobernantes actúan en beneficio propio, ya sea en singular o en plural, y no en beneficio del pueblo, se convierten en tiranos. En ese caso, la obediencia deja de ser una virtud y el ciudadano adquiere una responsabilidad moral: no puede permanecer pasivo ante la injusticia. Para Tomás de Aquino, no prevenir el mal cuando se tiene capacidad para hacerlo equivale a consentirlo de modo que la omisión ante el abuso de poder constituye una forma de complicidad ética. La reflexión de Tomás de Aquino adquiere especial relevancia al pensar en Fernández de Kirchner y la forma en que sus seguidores interpretan su liderazgo. Para muchas personas, la expresidenta encarna la defensa de los más vulnerables contra una élite que busca destruirla mediante el lawfare; para otros, representa una figura de poder que no supo o no quiso evitar los abusos cometidos durante su mandato. Si, como afirma Tomás de Aquino, la omisión frente al mal también es culpable, el kirchnerismo enfrenta una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto el silencio o la fidelidad política se convierten en complicidad? En la devoción a Cristina, algunos ven una resistencia y otros una ceguera que les impide reconocer que el poder también corrompe a quienes dicen luchar contra él. Han pasado 40 años desde el Juicio a las Juntas y 80 años desde los juicios de Nuremberg. Aunque absolutamente incomparable, existe una doctrina judicial alemana que no fue utilizada en ninguno de estos dos casos porque surgió posteriormente sobre la “autoría a través de la maquinaria del poder” y el “dominio del hecho y la responsabilidad por sus consecuencias”, lo que nos retrotrae a la discusión de si quien dirige una organización o dirige el Estado es el autor de lo que hacen literalmente los funcionarios “prescindibles”, debate que también es filosófico y moral. El caso En breve resumen, la causa fue iniciada en 2018 por el citado juez Bonadio, a partir de los registros supuestamente llevados por el chofer del Ministerio de Planificación Federal, Oscar Centeno, quien detallaba presuntos pagos de sobornos entre empresarios y funcionarios kirchneristas. Cabot entregó las copias digitalizadas de esos cuadernos a los tribunales, lo que dio lugar a una investigación de una asociación ilícita que involucra a exfuncionarios y contratistas estatales. Las detenciones, allanamientos y declaraciones de “denunciantes” marcaron los inicios de este caso, en el que se acusa a Fernández de Kirchner de encabezar una red ilegal de recaudación de fondos vinculada a obras públicas. Tanto Bonadio como el fiscal federal Carlos Stornelli fueron objeto de amenazas y agresiones, presumiblemente por su implicación. Se denunciaron intentos de intimidación a sus familiares y colaboradores, mientras varias personas fueron incorporadas a programas de protección de testigos luego de declarar como colaboradores imputados –entre ellos, el ex contador de la familia Kirchner Víctor Manzanares y el propio Centeno, quien confirmó la autoría de los manuscritos. Paralelamente surgieron denuncias de extorsión vinculadas a un pseudoabogado llamado Marcelo D’Alessio, lo que generó dudas sobre la validez de ciertas prácticas seguidas por Stornelli. Los cuadernos originales, luego de haberse perdido, fueron encontrados este año y estudios forenses confirmaron que Centeno era su autor. El tribunal añadió esta prueba a las confesiones de empresarios y exfuncionarios, entre ellos 25 denunciantes que admitieron haber participado en el circuito de sobornos. Este mes, el Tribunal Federal de Casación Penal intervino para acelerar el proceso Cuadernos, en el que están imputados Fernández de Kirchner y otras 86 personas. En decisión adoptada por los jueces Daniel Petrone, Gustavo Hornos, Ángela Ledesma, Carlos Mahiques y Mariano Borinsky, los magistrados del Tribunal Oral Federal N° 7 fueron convocados a una reunión el próximo 18 de noviembre para definir formas de agilizar el juicio, entre ellas aumentar la frecuencia de las audiencias y eliminar el feriado judicial de verano. Cuando entrevisté a Sergio Moro, un juez clave en el caso de corrupción ‘Operação Lava Jato’ en Brasil en 2020, dijo que la corrupción “empobrece la democracia” y provoca que se deteriore la confianza en las instituciones. Sostuvo que el caso “se ha expandido tanto que ha llegado a otros países”, desencadenando una ola anticorrupción en América Latina. Recientemente tuve la suerte de entrevistar a Cabot. En nuestra charla sostuvo que la corrupción no sólo financia las campañas políticas sino también la vida personal de numerosos líderes en Argentina, que viven sin trabajar después de dejar el cargo. Según él, el financiamiento ilegal es estructural y trasciende las diferencias partidarias ya que “allá arriba, cuando se trata de negocios, no hay grieta”. Cabot explicó que la investigación de Cuadernos tuvo un valor sin precedentes porque por primera vez llegó tanto a quienes recibieron como a quienes pagaron sobornos. Coincidió con la perspectiva de Moro en cuanto a la importancia de investigar también a los empresarios, ya que los casos de corrupción requieren el funcionamiento de ambas partes. Resaltó además que el caso tiene una base sólida con pruebas concretas, como llamadas telefónicas cruzadas y registros de movimientos que confirmaron las declaraciones de los involucrados que muestran la relación directa entre pagos y favores estatales. Para el periodista de investigación, el testimonio de los denunciantes fue un elemento clave que aporta solidez al caso ya que establece la narrativa en boca de los propios protagonistas, afirmando: “Las declaraciones de los denunciantes dan solidez a la investigación”. Quienes critican estos casos judiciales como lawfare políticamente motivado basan su caso en su ser central, precisamente los denunciantes, porque sus declaraciones serían susceptibles de ser obtenidas bajo coacción. Cuando consulté a Moro sobre el papel de los empresarios, afirmó que su técnica investigativa es “seguir el dinero” y que muchos dirigentes públicos y privados fueron condenados gracias a la colaboración de los imputados. Detalló además que en Brasil la condición para aceptar un acuerdo de colaboración era que los delincuentes devolvieran sus ganancias obtenidas ilegalmente, lo que permitiría recuperar aproximadamente US$ 2 mil millones. Pero también destacó que las declaraciones de los denunciantes deben corroborarse con pruebas, a menudo obtenidas de forma independiente. “Lo que hicimos en Lava Jato fue defender la figura del colaborador, o del denunciante. La corrupción es de quien paga y recibe y si se queda callado, nunca lo sabremos. El colaborador acusado es criticado pero puede ayudar mucho. Siempre tiene que haber pruebas. Muchas de las pruebas se recogieron independientemente de cualquier colaboración, pero cuando se utilizaron, todo tenía que estar respaldado por pruebas independientes”, sostuvo Moro durante la entrevista. Otro caso similar fue la operación ‘Mani Pulite’ (“Manos Limpias”), iniciada en Italia en 1992 con la detención del político socialista Mario Chiesa. Descubrió una red de corrupción que involucraba a gran parte de los líderes y la clase empresarial de ese país. Dirigida por el fiscal Antonio Di Pietro y su equipo en Milán, la investigación reveló el sistema conocido como ‘Tangentópolis’ (“Ciudad de los sobornos”), en el que los partidos políticos -especialmente los democristianos y socialistas- recibían dinero a cambio de favorecer a los empresarios otorgándoles contratos públicos. Este escándalo provocó el colapso de la “Primera República Italiana” con la desaparición de los partidos tradicionales y una ola de indignación popular que respaldaba a los jueces como símbolos de una justicia regenerativa. Tres décadas después de aquel terremoto político y judicial, Italia sigue debatiéndose entre aquellas memorias heroicas y la crítica al lawfare. Para algunos, ‘Mani Pulite’ fue una revolución cívica que purgó la corrupción del Estado; para otros, un golpe judicial que destruyó partidos con legitimidad democrática. En el caso argentino, un crítico de la denuncia de irregularidades es el abogado Gregorio Dalbón, quien dijo en una entrevista esta semana que el 80 por ciento de nuestra sociedad no confía en los jueces. Dalbón, abogado defensor de Fernández de Kirchner, aseguró que en el caso Cuadernos “la extorsión y la tortura formaron esa base de denuncia”, comparando la metodología utilizada en Argentina precisamente con la operación Lava Jato en Brasil. El abogado entiende que muchos de los empresarios involucrados declararon bajo presión para recuperar su libertad, por lo que sus testimonios resultaron poco confiables, asegurando: “No hay ni una pizca de evidencia que respalde a los denunciantes. Podemos inferir que dijeron lo que dijeron para recuperar su libertad”. Sin embargo, Cabot ha señalado que la investigación de los cuadernos ha permitido exponer cómo empresarios y funcionarios se beneficiaban mutuamente de un esquema de pagos que drenaba fondos públicos, utilizando tanto confesiones como pruebas obtenidas cruzando llamadas telefónicas y operaciones financieras, que confirmaron los hechos denunciados. “Las pruebas corroboran el testimonio de los denunciantes”, detalló. Conocimiento ¿Estaba Fernández de Kirchner al corriente del supuesto esquema de corrupción que vinculaba a empresarios con la Junta Nacional de Vialidad y la obra pública? Su abogado descarta la idea de bolsas de dinero destinadas al entonces presidente, diciendo que las acusaciones de supuestas contribuciones ilegales son una excusa para montar un caso contra un alto líder político. En ese sentido Dalbón sostiene que la expresidenta fue víctima de un complot judicial urdido para dañarla de cara a las elecciones, asegurando: “Es una novela escrita para lastimar a Cristina”. Por el contrario, Cabot afirma que Fernández de Kirchner conoció y continuó el sistema de captación ilegal de fondos iniciado por su fallecido esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, manteniendo y manteniendo en sus cargos a los funcionarios involucrados. La periodista de La Nación insistió en que debió conocer el tren de salsa que heredó de su marido y decidió mantenerlo, argumentando que tras ser reelecta en 2011, pudo haber reemplazado a los funcionarios involucrados pero optó por mantenerlos en sus puestos clave. Además, según Cabot, los testimonios de numerosos denunciantes y otras personas confirman que la expresidenta estaba al tanto de los movimientos de dinero, incluso atesorándolos en su propia residencia, y agrega: “Hay testimonios que confirman que Cristina estuvo involucrada”. Ante la acusación de que el caso habría sido impulsado por el gobierno del expresidente Mauricio Macri, el periodista rechaza categóricamente la afirmación, destacando que él mismo fue el único en denunciar al extitular de la constructora IESCA, Ángelo Calcaterra, primo de Macri. Cabot sostiene que los vínculos corruptos trascienden las divisiones políticas y en los niveles más altos del poder, los intereses económicos predominan sobre los i deológico. En ese ámbito, dijo, el abismo de la llamada “grieta” apenas es una distracción: mientras la ciudadanía se divide, los acuerdos entre empresarios y funcionarios de ambos lados del pasillo continúan. En una columna reciente, titulada ‘El poder del socialismo del robo’, el comentarista político Jorge Asís describe el juicio de los Cuadernos como una especie de juicio simbólico al capitalismo argentino, al que califica de “indecencia dinámica”. Señala que los empresarios implicados, antes poderosos y silenciosos, ahora deben volver a “ponerse manos a la obra”, esta vez para atenuar su castigo judicial. Asís ironiza sobre el “coraje” de los acusados ​​que participaron en un sistema donde “el soborno para trabajar y el soborno para cobrar”. [money] después” eran práctica habitual, resumiendo aquella trama como “la magnífica potencia del socialismo del robo” -una estructura corrupta consolidada bajo el kirchnerismo-. El autor traza un paralelismo entre el juicio y la refundación del capitalismo propuesto por el actual presidente Javier Milei, quien lo presenta como parte de una cruzada ideológica global junto al presidente estadounidense Donald Trump y el “mandato divino” de ciertos sectores religiosos, sosteniendo que los tribunales actúan como una herramienta para derribar al peronismo mientras Milei concentra el poder con el apoyo de la fe y su discurso mesiánico. En su habitual tono sarcástico, Asís concluye que los “reboteros”, o la “vieja oposición”, sólo esperan el fracaso del Presidente, porque en Argentina, escriben, “invariablemente todo sale mal” y ni siquiera la voluntad política logra revertir ese destino. Sin embargo, Milei y su entorno también están implicados en graves casos de corrupción que recientemente ordenó el congelamiento de los activos financieros de Hayden Davis. La criptomoneda ‘$LIBRA’, junto a las de dos nuevos nombres ahora implicados: Favio Camilo Rodríguez Blanco y Orlando Rodolfo Mellino. La medida se basa en las pruebas aportadas por la Comisión Investigadora del Congreso, que detectó una compleja red de transferencias y operaciones en el exterior presuntamente vinculadas a figuras cercanas al entorno del presidente Milei. Según la periodista Irina Hauser, estos nuevos nombres permiten reconstruir la ruta del dinero: Rodríguez Blanco habría operado una casa de cambio de criptomonedas en Buenos Aires; El pensionado de 75 años, presuntamente actuó como testaferro en movimientos superiores a los cinco millones de dólares. La congelación de activos marca un avance decisivo hacia posibles acusaciones por lavado de dinero y asociación ilícita, mientras que el próximo martes (18 de noviembre) se espera un informe final en el Congreso con nombres y pruebas que, según Hauser, podrían confirmar que “parte del dinero llegó a la comitiva presidencial”. Sin olvidar el escándalo de los sobornos en la agencia nacional de discapacidad ANDIS, podemos ver que incluso un gobierno como el de Milei, que dice haber venido a reinventar la política y refundar el país, sigue atrapado en las viejas prácticas de la “casta”. El caso Cuadernos sintetiza así un problema estructural de vínculos impíos entre la política y las grandes empresas, planteando también un dilema ético para quienes se sienten representados por Cristina Fernández de Kirchner al presentar el desafío de cómo equilibrar el reconocimiento de las políticas de una líder e incluso el afecto por ella con sus responsabilidades penales y morales. noticias relacionadas

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