El gigante petrolero estatal de México está haciendo una apuesta calculada: generar electricidad donde ya quema combustible. Para 2030, Pemex planea tres plantas de cogeneración de alta eficiencia: Tula (hasta 794 MW), Salina Cruz (hasta 728 MW) y el complejo petroquímico de Cangrejera (hasta 900 MW), por una inversión combinada de 2,422 megavatios y alrededor de 51 mil millones de pesos.
Las plantas, desarrolladas con la Comisión Federal de Electricidad, alimentarán primero con vapor y energía a las refinerías y venderán el excedente al mercado mayorista de México. La historia detrás de la historia trata sobre control, costos y confiabilidad.
El plan del sector eléctrico de México proyecta que la participación de Pemex en la generación nacional aumentará de casi nada a aproximadamente 4,6 por ciento para 2030, contribuyendo a un objetivo más amplio: una participación mayoritaria de la generación en manos de empresas estatales para finales de la década.
Para Pemex, la energía in situ no es sólo una estrategia: es una economía de supervivencia. Los líderes de las empresas dicen que los costos operativos están cayendo, ayudados por un régimen fiscal más simple y un gasto más ajustado, y la cogeneración promete mayores ahorros al convertir el calor de las refinerías en electricidad en lugar de dejar que se disipe.
La cogeneración es una idea sencilla con un impacto enorme: utilizar el mismo combustible para producir electricidad y vapor industrial. En las refinerías, eso puede reducir los desechos, estabilizar las operaciones y reducir la dependencia de la red.
Del petróleo a la energía: el plan de Pemex para reconectar la red eléctrica de México. (Foto reproducción de Internet) Si se hace a escala, también coloca los nuevos megavatios cerca de los centros de mayor demanda, exactamente donde el sistema de México sufre más cuando las refinerías aumentan o la red se estrecha.
Pemex avanza hacia la generación de energía Aquí hay un giro más amplio. Pemex se describe a sí misma como una empresa que está pasando de ser una compañía petrolera a una compañía de energía, con líneas exploratorias en hidrógeno, biocombustibles e incluso recuperación de litio de salmueras de yacimientos petrolíferos.
Si esas apuestas paralelas maduran, el cambio inmediato y concreto es hacia el poder, un área donde el Estado quiere tener más voz sobre qué se construye y dónde.
Para los lectores fuera de México, lo que está en juego es claro: estas plantas podrían reducir los costos de Pemex, proteger sitios industriales críticos contra cortes e inclinar aún más la combinación eléctrica de México hacia la propiedad pública.
Lo que hay que vigilar ahora son los cronogramas, la ejecución y si las ganancias de eficiencia prometidas se materializan lo suficientemente rápido como para aliviar la presión tanto sobre la red como sobre el balance de Pemex.




