El pasado jueves 30 de octubre se estrenó en salas peruanas la película Chavín de Huántar: el rescate del siglo de Diego de León. Al día siguiente, el viernes 31, La República publicó la crítica “Película entrega”. A la fecha, más de medio millón de personas la han visto en las salas de cine. La crítica en mención, generó miles de comentarios en redes sociales. En ella, se destacaba el ritmo narrativo de la película, al que sumamos ahora su buena fotografía. No es una película aburrida y ese es un punto a subrayar si es que hablamos de una película de entretenimiento. Tampoco se cuestionó el éxito de la operación militar del 20 de abril de 1997. Lo que sí se cuestionó, en sintonía con el cintillo de “basado en hechos reales”, es lo siguiente: la floja configuración de los terroristas del MRTA (basta ver los diálogos, que parecen de Blockbuster) y los pliegues humanos que ese contexto ofreció y que no se aprovecharon (una visita a las hemerotecas aclararía no pocas dudas) en favor de una historia que pudo mostrar más sustancia en su contenido. Pero el problema mayor de Chavín de Huántar: el rescate del siglo no son los terroristas del MRTA, tampoco su visión de derecha (y hay grandes películas de derechas en la historia del cine, pocas, pero hay), sino la ausencia grosera (y que en la referida crítica indicamos) de los artífices de la verdadera operación Chavín de Huántar. Así es, nos referimos al dúo dinámico del horror, conformado por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. En la película, los terroristas del MRTA toman la Embajada de Japón y es la cúpula militar la que pone en marcha la construcción del túnel. ¿En qué mundo ocurrió eso? ¿No habría sido más honesto incluir en la historia que Fujimori soñó con la construcción de ese túnel? Fujimori, en vida, se pavoneaba hasta el cansancio de ese sueño. Otra omisión: cuando se rescató a los rehenes, estos fueron trasladados en autobús con Fujimori en el estribo. Esa imagen recorrió el mundo y no está en la película, que solo muestra el traslado en autobús, pero no al mero mero. Entonces, la inquietud es válida, ¿a qué hechos reales se refieren los productores si excluyen de esta historia al creador de la operación, de quien solo aparece su voz durante cinco segundos mediante una emisión radial? ¿Y el tío Vladi? Fujimori y Montesinos no fueron incluidos para no embarrar la película. Los primeros en reclamar ese borrado de Fujimori deben ser los fujimoristas. Ese es, en esencia, el centro del debate de la película. Ahí la derecha tiene para rato: ¿celebra una película sobre la mayor operación militar en la historia peruana y esta no tiene en cuenta a Fujimori, quien soñó, repetimos, la construcción del túnel? Sin Fujimori, la narrativa de la Operación de Huántar, ya sea la vida real o en la ficción, se cae y junto con ella sus buenas intenciones. Esto tiene un nombre: divertimento trucho.
Divertimento trucho: lo que no se dice de Chavín de Huántar: el rescate del siglo
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