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Tuesday, October 28, 2025

El auge de las exportaciones manufactureras de México desafía las presiones arancelarias de EE.UU.

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México acaba de registrar su mayor crecimiento de exportaciones en más de un año: 13,8 por ciento en septiembre, hasta 56.490 millones de dólares. Detrás de esa cifra se esconde una profunda transformación en la forma en que América del Norte hace las cosas y por qué México ha surgido como el improbable ganador en una guerra comercial a la que nunca pidió unirse.

Las exportaciones manufactureras no automotrices del país aumentaron casi un 24 por ciento, lideradas por un sorprendente aumento del 76 por ciento en maquinaria y equipo industrial.

La electrónica, los productos mineros y los instrumentos científicos registraron fuertes ganancias. Estos ya no son trabajos de montaje de bajo valor. México está produciendo componentes sofisticados que alimentan directamente las fábricas y cadenas de suministro estadounidenses.

Sin embargo, las plantas automotrices cuentan una historia diferente. Las exportaciones de automóviles y camiones cayeron ligeramente, arrastradas por una caída del 7,2 por ciento en las ventas estadounidenses después de que Washington impusiera aranceles del 25 por ciento a los vehículos importados.

Las plantas mexicanas respondieron dando un giro: ahora exportan un 51 por ciento más de automóviles a América Latina, Europa y Asia.

El auge de las exportaciones manufactureras de México desafía las presiones arancelarias de Estados Unidos. (Foto reproducción de Internet) Aquí está la paradoja: alrededor del 40 por ciento de todo lo que México exporta contiene componentes fabricados en Estados Unidos. Las fábricas mexicanas importan piezas estadounidenses, agregan valor mediante el ensamblaje y luego envían productos terminados de regreso al norte.

Esta profunda integración en realidad ha protegido a la mayoría de las exportaciones mexicanas de las cargas arancelarias más pesadas, porque Washington ofrece descuentos basados ​​en el contenido estadounidense.

Esto refleja un patrón más amplio. A medida que se intensificaron las tensiones entre Washington y Beijing, las empresas estadounidenses y asiáticas trasladaron silenciosamente su producción a México.

El auge del nearshoring en México es también su mayor riesgo La tendencia, llamada nearshoring, se aceleró después de que las interrupciones de la cadena de suministro pandémicas expusieran los riesgos de depender de fábricas distantes. México ofrecía proximidad, menores costos laborales y ventajas arancelarias.

Pero hay un costo. México importó 58.890 millones de dólares en septiembre, superando las exportaciones y creando un déficit comercial de 2.400 millones de dólares. Gran parte representa la maquinaria y el equipo necesarios para construir nuevas fábricas.

Más preocupante es la incertidumbre política. Con las negociaciones arancelarias programadas para noviembre, los fabricantes mexicanos enfrentan constantes amenazas de nuevas barreras comerciales.

El acuerdo actual funciona porque Washington le permite funcionar. Eso podría cambiar con un solo anuncio. La verdadera revelación no es el éxito de México, sino lo que revela sobre la estrategia industrial estadounidense.

Al imponer aranceles destinados a reconstruir la manufactura nacional, Washington aceleró la integración de las fábricas mexicanas en las cadenas de suministro estadounidenses. Las empresas estadounidenses no trajeron la producción a casa; lo trasladaron al lado.

Para México, los registros de septiembre representan tanto oportunidad como vulnerabilidad. El país se ha vuelto indispensable para la manufactura norteamericana, pero sigue dependiendo de las decisiones políticas tomadas en Washington. Eso no es soberanía económica. Es una forma rentable de dependencia.

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