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Sunday, November 9, 2025

Inolvidable aventura entre dos ríos

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El tema era pescar tarariras y dorados en un solo recorrido y la idea surgió espontáneamente: unir geográfica y sistemáticamente el río Uruguay y el De la Plata en una misma salida. Desde ya, no es nada difícil la solución, pero quedaba lindo en nuestro pensamiento y en la mente de los lectores. Si bien este tipo de pesca podemos realizarla durante todo el año, cuando comienzan los días primaverales y las líneas de pejerrey quedan archivadas hasta la próxima temporada, estas especies toman total relevancia en la agenda del pescador deportivo. Es una pesca donde podemos utilizar los mismos equipos, técnicas y modalidades, hasta idénticos sectores de pique. La tarucha y el dorado son dos especies cazadoras por naturaleza que siempre nos presentan dificultades para poder capturarlas, ya sea porque se corrieron de lugar, porque varía la altura del río, porque no les gusta lo que les ofrecemos o bien, como decía nuestro querido Haig Vartazian, están remisas a tomar el cebo. A estas especies tan cazadoras como combativas las podemos pescar tanto con carnada natural como con señuelos. Para lo primero vamos a utilizar cañas de 2,10 a 2,40 m de largo, reeles frontales o rotativos medianos con buena capacidad de carga y registro de freno, cargados con hilo multifilamento de 40 o 50 lb (1 lb=0.453 kg).  Las líneas pueden ser de flote o de fondo. De flote, con una una boya corrediza y un líder de acero con anzuelo N° 5/0 al 8/0 sobra. De fondo es más simple aún: pasamos un plomito corredizo en la madre que viene del reel, atamos el líder de acero y listo. Las carnadas –acá sí– pueden ser muy variadas: morenas, anguilas o postas de pescado. Este tipo de pesca la podemos hacer tanto al golpe, al garete o anclados. Para la tararira quizás la mejor opción sea buscarla anclados en zonas no muy profundas. Ahora, si la idea es pescar con artificiales, podemos utilizar equipos de spinning o de baitcasting. La diferencia principal es el reel: para el spinning van frontales y para el baitcasting los tipo huevito o de bajo perfil cargados, según los lugares, el pesquero y la calidad de las especies, con multifilamento de 30 a 50 lb. Las cañas que habitualmente se utilizan son de 1,80 a 2,10 m de largo, con acción de punta y una potencia promedio de 17 lb, recorriendo un amplio espectro entre las de 14 y 20 lb. Y llegamos al momento de los señuelos: para las tarariras vamos a utilizar tanto duros como blandos o softs, los típicos de goma. Como referencia de algunos softs tenemos: Leg Frog ZMan, Gozio Intruder, Kickers, Donkb Curly Crab y varios tipos de ranas de látex que, si las usamos con anzuelos emplomados, cucharas ondulantes u otros artilugios, podemos emplearlas tanto en superficie como en subsuperficie o sectores con pastos o camalotes que podrían dificultar el uso de otros señuelos que no posean anzuelos anti-enganche. Señuelos rendidores Siguiendo con la pesca de taruchas con artificiales, la vieja escuela de señuelos Del nos puede traer grandes satisfacciones: la rana Tai de Rubí es una excelente opción; Rapala Skitter Pop, Tábano de NG, Raptor Velociraptor, Gozio Lure, Excalibur, y así podemos seguir enumerando muchas marcas y modelos que, en algún momento, van a resultar más o menos efectivos según las estructuras pescadas. Si vamos a los señuelos para la pesca del dorado, la gama de colores y modelos que podemos ver y llegar a comprar es incalculable, pero para no dejarlos en puro pensamiento podemos enumerar varias marcas nacionales en las que vamos a encontrar distintos tipos de bananas, mojarras, sliders y cranks con diferentes paletas para poder recorrer varias profundidades. Entre las más destacadas: Rubí, Raptor, Voraz, Gozio, Alfers, NG, Donkb, Pucará y Pirayú. A todo lo mencionado no debemos olvidar sumar cable de acero de 60 lb, esmerillones, anillas, snaps, pinza de punta, anteojos y visera. Con los equipos más o menos nombrados y preparados, sólo teníamos que ponernos de acuerdo para lograr una linda y colorida nota de estas especies tan buscadas y unir –imaginariamente– el delta de los dos ríos que nombramos al principio de la nota. No tuve que revolver mucho la agenda y, si bien podría haberlo hecho partiendo en mi lancha particular desde las guarderías de San Fernando, opté nuevamente por acudir a la sabiduría y conocimientos de la zona de un gran amigo de Villa Paranacito como lo es David del Valle, quien no sólo vive allí, sino que oficia de guía en todos los lugares en los cuales yo quería mezclar. Como diría un gran conocido: “Fuiste a la fácil, ¿pa’ qué renegar?”. Así que comenzamos con las llamadas para contarle lo que tenía ganas de hacer y la respuesta fue instantánea: “Se acomoda el clima y le metemos”. En cuanto a la pesca, no venía del todo bien, con algunos altibajos, y la temperatura jugaba en contra: viento, frío, todo lo que no queremos para este tipo de salidas. Llamamos a Cachete, un amigo en común para que nos acompañara y con horarios desencontrados llegamos muy tempranito al camping Top Maló, un lugar muy cuidado que cuenta con parrillas a orillas del río, dormis, guardería náutica, baños y todo lo necesario para pasar un hermoso día junto a la naturaleza. Arribados al lugar nos esperaba David con su trucker totalmente equipado para este tipo de pesca y, cargando los bártulos en tiempo récord, comenzamos la navegación en dirección al pueblo de Villa Paranacito, donde hicimos las paradas siempre obligadas, entre ellas, para pasar por la panadería del pueblo a buscar pan y galletas de campo. Párrafo aparte fue el clima, que me jugó una mala pasada. Fui muy suelto de cuerpo y el frío se hizo sentir. Mis compañeros me miraban y se reían, pero se compadecieron trayéndome un buzo de polar para no sufrir durante la navegación. Casteos entrerrianos  Sólo queríamos pescar con artificiales, así que las primeras bajadas serían para intentar con los dorados. Navegamos unos 45 minutos hasta llegar al río Bravo y, tratando de cubrirnos del fuerte viento sur que reinaba, elegimos la costa entrerriana para comenzar con los casteos. Realmente el cauce no tenía una gran correntada, pero los árboles caídos, los troncos y algunas puntas de islotes aceleraban la corriente y, mediante el trabajo del motor eléctrico, pudimos desplazarnos de la mejor manera para lograr buenos tiros. Tuvimos que hacer varios antes de lograr el primer pique, en el que salió un doradito chico de unos 2 kg de peso, que nos divirtió con sus saltos y acrobacias. Tuvimos algunos toques más, pero el viento golpeaba fuerte la costa, así que nos cruzamos de orilla. Ahí fue David quien tuvo un primer pique ejemplar, usando un Bendy paleta 2 en colores combinados rojo y amarillo. Con un tiro muy certero logró prender un hermoso dorado que batalló contra corriente, saltó una vez y se desprendió del anzuelo logrando su libertad. Los comentarios no podemos reproducirlos aquí. Siempre a los que no nos toca pasar por esa situación, nos reímos de la pérdida, pero también hubiéramos querido disfrutar del momento del pique, del tiro, etc. Rumbo al Sauce  Seguimos la deriva aguas abajo y logramos algunos piques más, muy divertidos. Tras haber casteado varios metros de esa costa, decidimos navegar hacia el río Sauce, otro gran pesquero de dorados. Mientras tanto hacíamos tiempo para que el sol calentara un poquito más e ir en busca de las taruchas. En el Sauce la correntada era apenas más pronunciada y los piques también. Allí Cachete se lució utilizando una banana Alfers con paleta 3, que profundizaba más que nuestros señuelos. Así se fueron dando varios piques de dorados de todos los tamaños, aunque ninguno superó los 4 kg de peso, pero todos muy divertidos. Se hacía el mediodía y, buscando un lugar cómodo y para que nos dé el solcito, disfrutamos de un riquísimo almuerzo compuesto de una gran picada regada de gaseosas y agua mineral. ¿No me creen? Bueno, tienen razón. Una vez comidos, cambiamos los equipos, los señuelos y empezamos a descubrir algunas de las cuevas que tiene David para la pesca de tarariras. Ah, perdón, habíamos ido a buscar taruchas a un riacho, pero el guía, utilizando señuelos de goma con formato de rana, también clavaba dorados, así que no nos sirvió el momento: ahora queríamos taruchas. Entramos a un arroyo que tenía todo lo que debe tener un pesquero de taruchas: poca profundidad, sin correntada, un horizonte tapiado de camalotes y plantas; palos y ramas a la orilla. Muy despacito y a motor eléctrico, comenzamos a navegarlo y, al segundo tiro, un terrible taruchón atacó uno de los cranks Gozio en color pescadito, lomo negro, panza gris. Así fuimos cascoteando toda la costa, hasta me bajé para caminarla y seguir pinchando taruchas, una fiesta. Relevado el lugar, cambiamos de zona y nos fuimos a unos desbordes a los que pudimos entrar debido a la altura del río, sino es casi imposible. El lugar era un lujo, pero como suele suceder cuando el viento sur actúa en demasía, no tuvimos buenos resultados. De regreso Ya la tarde se hacía presente, a la noche jugaba la Selección Argentina y nadie se quería perder el partido. Pero, siempre hay un pero: el guía tenía un as bajo la manga y nos dijo: “Los voy a llevar a un lugar donde van a estar todas las tarariras tomando sol, no se enloquezcan, pero pesquen”. Le salí al cruce: “Claro, te guardaste hasta lo último el lugar para decir después que llegamos tarde y bla bla bla…”. Pero hacia allá fuimos. Le pregunté el nombre del arroyo y me dijo un nombre que jamás voy a recordar. A propósito, obvio.  Entramos muy despacito y, sin haber apagado el motor, Cachete nos primereó con un tiro pegadito a una pared de juncos, dos manijazos y ¡pumba!, clavó la primera tararira en el lugar secreto. Para no invadirlo tiramos hacia el otro lado, y ahí tuve mi revancha: saqué una hermosa, de lomo bien negro y una cara de mala que no quería saber nada de fotos. Así se fueron dando una sucesión de piques que realmente daba que pensar… Y es cuando decís: “Para qué dimos tantas vueltas si estaban todas acá”. Pero no siempre es así. La pesca deportiva se trata de probar, descubrir, ganar, perder, fracasar… saber que nunca hay dos días iguales. Volvimos mucho más que contentos y con la idea de repetir la experiencia. Ah, y también que me vuelva a decir el nombre del arroyo porque no lo recuerdo. Si bien en Punta Gorda se unen geográficamente el Río de la Plata y el Uruguay, nosotros pudimos unirlos imaginariamente pescando en los dos deltas, y esa había sido nuestra idea inicial. ¿Te apasiona la vida al aire libre, la aventura y la naturaleza? Recibí las mejores notas de Weekend directamente en tu correo. Suscribite gratis al newsletter

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