El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ahora tiene una estrecha ventaja con un 51,2 por ciento de aprobación frente a un 48,3 por ciento de desaprobación, el mejor equilibrio desde enero de 2024.
La cifra proviene de la encuesta Latam Pulse de AtlasIntel realizada del 15 al 19 de octubre entre 14.063 adultos con un margen de error de un punto. Se extiende un ascenso gradual observado desde mediados de año en lugar de un aumento repentino.
Los beneficios son reales pero desiguales. Lula está a la cabeza en la mayoría de las regiones, excepto en el Centro-Oeste, el cinturón agroindustrial de Brasil, donde el escepticismo hacia su gobierno sigue siendo fuerte.
Su desempeño es mejor entre las mujeres y los votantes mayores y entre los brasileños con educación primaria o superior. Los públicos más duros son los votantes más jóvenes y los evangélicos, donde la desaprobación alcanza aproximadamente el 72 por ciento.
Ese mapa te indica dónde se intensificará el juego político: iglesias y pueblos agrícolas por un lado; votantes mayores, urbanos y del noreste, por el otro.
La escasa mayoría de Brasil apoya a Lula: aumenta la aprobación, persisten las líneas de falla. (Foto reproducción de Internet) También hay una subtrama de personajes. La imagen personal de Lula es netamente positiva (entre 50 y 49 años). Las negativas del expresidente Jair Bolsonaro han aumentado tras una condena del Tribunal Supremo, lo que le deja con una lectura desfavorable más alta.
Ese cambio no decide la carrera de 2026, pero da forma al aire que respiran todos los políticos: quién puede reclamar impulso, quién debe jugar a la defensiva y dónde los votantes indecisos podrían quebrarse.
Lula gana ligera ventaja a medida que cambia el mapa político de Brasil La historia detrás de la historia trata sobre cómo se une Brasil. La economía del Centro-Oeste, impulsada por las exportaciones, a menudo choca con las prioridades de la base de centro izquierda de Lula. Las iglesias evangélicas sirven como poderosas redes sociales que movilizan a los votantes.
El Noreste sigue siendo un bastión moldeado por programas sociales y lealtades partidistas de larga data. Estos bloques no se mueven al unísono y pequeños cambios en sus márgenes pueden inclinar los resultados nacionales.
Por qué esto es importante para los lectores fuera de Brasil es simple: Brasil es la economía más grande de América Latina y una potencia climática y de materias primas fundamental.
Un presidente que sale a flote –aunque sea ligeramente– tiene más espacio para negociar en el Congreso, marcar el tono de los presupuestos y la política social, e influir en la posición del país en el exterior.
La cifra principal está cerca, pero la dirección es más clara de lo que ha sido en meses, y en la política brasileña, unos pocos puntos pueden marcar la diferencia entre un estancamiento y un mandato de gobierno.




