Dos años después del reinicio del presidente Javier Milei, Argentina está más estable en el papel y ansiosa en las calles.
La inflación mensual, que alguna vez fue cercana a los dos dígitos, se ha enfriado a tasas aproximadamente bajas de un solo dígito (alrededor del 2% en septiembre) y el presupuesto ha oscilado hacia un inusual superávit después de los recortes de subsidios y una dura restricción fiscal.
El shock inicial (fuerte devaluación, liberalización de precios y restricción del gasto) tenía como objetivo detener la espiral y restaurar la credibilidad.
La factura fue inmediata: los precios subieron antes de bajar, los salarios se retrasaron y el poder adquisitivo cayó. Las familias comerciaban en los supermercados; las pequeñas tiendas y fábricas redujeron los turnos; las universidades y las provincias enfrentaron transferencias más estrictas.
La pobreza ha disminuido desde su punto máximo de la crisis, pero sigue siendo alta, lo que deja una brecha visible entre mejores indicadores macro y presupuestos familiares tensos.
La terapia de shock de Argentina a mitad de mandato: la inflación se enfría, la paciencia disminuye antes de la votación clave. (Foto reproducción de Internet) El mandato de Milei decidirá el ritmo de las reformas y la estabilidad del mercado Esa brecha ahora se encuentra con la política. El bando de Milei necesita avances en el Congreso en las elecciones intermedias del 26 de octubre para avanzar en la desregulación y en los paquetes de reformas laborales, impositivas y estatales. Un mandato más fuerte podría acelerar los cambios de reglas; un mapa mixto ralentizaría la agenda y aumentaría las probabilidades de zigzagueos políticos.
Los mercados están negociando ese riesgo: la estabilización mejoró la confianza, pero resurgen los nervios en torno al estado de las reservas, la trayectoria del tipo de cambio y el momento de cualquier relajación de los controles de divisas y capitales.
El ritmo de flexibilización de los controles cambiarios y de capital dependerá de las reservas y la inflación. El ancla externa es crucial. Los puntos de referencia del FMI sobre equilibrio fiscal y creación de reservas guían el momento de las políticas; la credibilidad en el extranjero determina el costo del capital en el país.
Para los vecinos e inversores, lo que está en juego es concreto: una Argentina más estable reduciría los efectos de contagio cambiarios y desbloquearía la inversión en exportaciones agrícolas y proyectos energéticos que se vinculan directamente con las cadenas de suministro regionales con Brasil.
Lo que debemos observar a continuación es el mandato y la transmisión. Si los votantes amplían la pista, se espera un impulso para profundizar las reformas, aclarar el marco monetario y normalizar gradualmente los controles; si el mapa se fragmenta, espere una ejecución más lenta y una volatilidad recurrente.
La apuesta central permanece sin cambios: esfuerzos iniciales para lograr una estabilidad duradera y si esos logros finalmente llegarán a las mesas de las cocinas.




