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Sunday, October 26, 2025

¡No más! Una nueva doctrina para las Américas y la tesis de los patios traseros

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Las cartas están echadas. Ya no hay vuelta atrás. El régimen madurista establecido, tal vez bajo órdenes de La Habana, que el costo de salida por las buenas es superlativamente superior al riesgo de una incursión militar de Washington. Nicolás, Cilia, Diosdado, Vladimir, Jorgito y Delcy, para hablar sólo de la cúpula, parecen estar decididos a morir con las botas puestas. No por valientes, sino todo lo contrario.

Mientras tanto, Maduro sigue intentando en las Naciones Unidas lograr el milagro de que Trump desista en su decisión ya tomada de acabar con los bandoleros de Miraflores. La última artimaña ha consistido en informar al foro multilateral, en una de sus interminables cartas llenas de mentiras, que los ataques en alto mar, cerca del mar territorial venezolano, a embarcaciones sospechosas de traficar kilos y kilos de drogas, están matando a gente inocente.

El canciller de la tiranía, Yván Gil, ha expuesto hace días que dos nacionales de Trinidad y Tobago han sido las últimas víctimas. La maniobra del régimen es sensibilizar a toda la región y al planeta para ver si “gobiernos preocupados” se suman a las plegarias desesperadas de Nicolás y sus cuarenta ladrones. Michael Waltz, el embajador de Estados Unidos en la ONU, ya le respondió. Una respuesta que se resumió en una frase muy breve: “No más”.

Cuando escuchamos a uno de los altos funcionarios de la administración Trump hablar, da la impresión de que fuera el mismo Donald el que está tomando la palabra. Existe una perfecta sincronía y sintonía entre el mandatario gringo y sus subalternos.

Maduro y su ministro de Relaciones Exteriores acuden como niños buenos a los principios y propósitos estipulados en la Carta de la ONU, siempre utilizándolos cuando y de la manera que más les conviene, tratando de hacer olvidar al mundo las cientos de veces que la han violado en una permanente burla desde los tiempos de Chávez. Pero, aplicando la misma medicina, el embajador Waltz ha invocado precisamente el artículo 51 de la Carta sobre la legítima defensa.

El argumento del alto vocero diplomático: el régimen de Maduro y sus socios, han asumido y alimentado una guerra contra la nación norteamericana, utilizando medios no convencionales; es decir, los carteles de la droga, han inoculado muerte y desgracia, calculadas en cientos de millas, cada vez que las venenosas cargas atraviesan las fronteras de Estados Unidos. En legítima defensa, Washington debe utilizar todos los medios militares y tecnológicos a su disposición para acabar con la fuente del problema.

El gobierno de facto en Venezuela ha de seguir pataleando ante las instancias que más le parezcan. El problema es que ya el presidente Trump tomó una decisión que no tiene vuelta atrás. La única pregunta es cuándo y qué instrumentos de guerra serán utilizados. ¿Naciones Unidas? Si, ella sigue allí en sus distintas sedes alrededor del mundo, pero a Washington muy poco le importa lo que diga y aconseje. En eso se parece mucho a lo que hace el régimen.

Maduro podrá hacer lo que quiera. Podrá solicitar toda la ayuda posible de la multilateral, de los chinos, los rusos, iraníes, y, por supuesto, de los cubanos; pero nada de eso servirá ante la realidad de un poder real que no encontrará oposición a su determinación.

Una nueva doctrina se está imponiendo muy a pesar de los muchos dolientes, pero también con sus tantos y más adherentes. En otras palabras, Estados Unidos quiere ejecutar una limpieza profunda del hemisferio occidental, de las Américas, su área de influencia natural e históricamente un bastión en el que pareciera estar reeditándose una suerte de la siempre controvertida Doctrina Monroe.

Muchas cosas han cambiado desde la última reunión entre Trump y Putin en Anchorage. Más allá de las contradicciones permanentemente observadas en el discurso del presidente de Estados Unidos, algunas veces mostrando un extraño entendimiento con su homólogo ruso, y otras tantas revelando críticos desacuerdos, el mundo pareciera estar siendo testigo de un juego geopolítico. de las potencias, una especie de Riesgoque consistiría en repartir el planeta tomando en cuenta el concepto de los patios traseros.

Trump ya pudiera estar convencido de que es poco probable acabar con la guerra en Ucrania en los términos exigidos por el mundo civilizado, pero en especial por Europa; esto es, que Rusia se retire y que Ucrania vuelva a contar con sus fronteras intactas, internacionalmente reconocidas antes de la invasión en febrero de 2022. Esto dista mucho de poder materializarse; pero, al mismo tiempo, el muy probable acuerdo velado entre las dos potencias militares parecería indicar que aquí en América, ningún poder extracontinental tendrá el cuestionado espacio que las administraciones demócratas permitieron. Esta realidad reafirma el convencimiento de que Maduro y su régimen tienen los días contados. Sus socios foráneos no podrán hacer nada para salvarlo.

El otro eslabón que pone a más de un analista a pensar: Donald Trump afirmó en alguna oportunidad que Xi Jinping le habría asegurado que nunca le pondría la mano encima a Taiwán mientras él se mantuviera en la Casa Blanca. La pregunta que surge inmediatamente: ¿es que existe un acuerdo entre las tres principales potencias militares sobre el reparto del mundo tomando en cuenta las áreas naturales de influencia? El tiempo nos lo dirá tarde o temprano.

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