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Sunday, October 26, 2025

Qué hace que el lago Atitlán en Guatemala sea inolvidable y por qué su futuro no está garantizado

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En lo alto de las tierras altas occidentales de Guatemala, a unos 1.560 metros, el lago Atitlán se encuentra dentro de una caldera volcánica formada hace aproximadamente 75.000 a 84.000 años. Tres volcanes (Atitlán, Tolimán y San Pedro) rodean sus costas.

El lago alcanza un poco más de 320-350 metros de profundidad y no tiene salida a la superficie, por lo que el nivel del agua sube y baja con las precipitaciones y las filtraciones subterráneas. Los vientos del mediodía conocidos localmente como xocomil pueden tornar difíciles los cruces tranquilos en minutos.

El paisaje humano es tan sorprendente como el paisaje. Los pueblos a orillas del lago son predominantemente mayas, especialmente tz’utujil y kaqchikel, donde las lenguas, las cooperativas de tejedores, las cofradías y la figura popular Maximón siguen siendo parte de la vida diaria.

En Santa Catarina Palopó, las familias volvieron a pintar las fachadas de las casas con patrones inspirados en los textiles tradicionales, un lavado de cara liderado por la comunidad que sirvió como estrategia económica local.

Los barcos unen Panajachel, Santiago Atitlán, San Pedro La Laguna, San Juan y pueblos más pequeños desde primera hora de la mañana. La historia detrás de la vista de postal es una lucha práctica y continua por la calidad del agua.

Qué hace que el lago Atitlán en Guatemala sea inolvidable y por qué su futuro no está garantizado. (Foto reproducción de Internet) Debido a que Atitlán carece de una desembocadura fluvial, los nutrientes permanecen. Las aguas residuales no tratadas, la erosión de las laderas y la escorrentía han impulsado la proliferación de cianobacterias, especialmente en 2009 y 2015.

La supervivencia del lago Atitlán está ligada al agua limpia y a la acción local Las autoridades locales ahora utilizan un sistema de alerta por colores para guiar la natación y la pesca, mientras las comunidades presionan por saneamiento básico, reforestación y protección de las costas para evitar futuras floraciones e inundaciones.

Lo que sucede aquí importa más allá de Guatemala. El turismo alrededor de Atitlán ayuda a sostener a los operadores de embarcaciones, guías, artesanos y pequeños hoteles, y el lago es una parada importante en un país que recibe más de tres millones de visitantes no residentes al año.

Cuando las floraciones aumentan o los niveles aumentan, las familias pierden ingresos y agua potable al mismo tiempo. La lección más amplia, relevante desde los Andes hasta los propios lagos turísticos de Brasil, es sencilla: invertir temprano en el tratamiento de aguas residuales, controlar la escorrentía, respetar las reglas comunitarias y hacer que el turismo refuerce, no reemplace, la administración local.

Para los visitantes, la etiqueta es simple: tomar botes por la mañana cuando el mar está más tranquilo, seguir las alertas locales durante los períodos de floración, evitar nadar en espuma verde y comprar en cooperativas que guardan dinero en las aldeas. El futuro de Atitlán depende de agua clara, reglas claras y las personas que mejor conocen el lago.

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