Las Naciones Unidas se encuentran en un punto de inflexión. El sistema internacional está bajo presión, fracturado por la guerra, la desigualdad y la erosión de la confianza. Sin embargo, 80 años después de su fundación, nadie ha abandonado su fe en la misión de las Naciones Unidas. A pesar de las profundas divisiones, los Estados Miembros y los pueblos de todo el mundo siguen recurriendo a esta organización porque saben lo que representa: paz a través de la cooperación; dignidad a través del diálogo; y soluciones a través de la solidaridad y la responsabilidad colectiva. La relevancia de las Naciones Unidas perdura, pero su eficacia debe renovarse. Sobre la base de la actual iniciativa ONU80, se necesita urgentemente un enfoque honesto y valiente para crear una organización que sea relevante e impactante. El mundo no necesita más declaraciones. Necesita unas Naciones Unidas capaces de responder a las demandas reales de nuestro tiempo con imparcialidad y un enfoque orientado a resultados y basado en hechos. Más de 40 años de servicio en diplomacia y mi experiencia actual como Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica me han demostrado que esto es posible. Durante los últimos seis años, he liderado una organización global que opera en la intersección de la paz y la seguridad internacionales, la energía, la ciencia y el desarrollo. He mediado en momentos de crisis internacional y brindado apoyo tangible donde más se necesita. Estas experiencias han confirmado una convicción que tengo profundamente: incluso en tiempos de división, las instituciones multilaterales pueden lograr un impacto real y positivo, siempre que sigan siendo responsables, centradas, creíbles y profundamente comprometidas con la participación de aquellos a quienes sirven. Las Naciones Unidas requieren el mismo enfoque centrado y creíble. Debe salvaguardar sus valores fundamentales y al mismo tiempo responder al mundo tal como es. Teniendo esto en cuenta, propongo cinco prioridades interrelacionadas: 1. Acción eficaz para la paz y la seguridad Las Naciones Unidas deben volver a su promesa fundacional: salvar a la humanidad del flagelo de la guerra. La paz y la seguridad internacionales siguen siendo el primer pilar de nuestra arquitectura compartida: la condición esencial sobre la cual se construye nuestra coexistencia y la dignidad humana puede realizarse plenamente. Las Naciones Unidas deben recuperar esta misión central, no mediante la retórica sino mediante un compromiso temprano y creíble. En un mundo cada vez más complejo, esto significa ser activo, no pasivo, frente a los conflictos y las crisis humanitarias. Requiere pasar de los tópicos a la diplomacia activa y el despliegue de expertos imparciales. Las decisiones creíbles deben basarse en evaluaciones oportunas basadas en evidencia y una comunicación clara. El Secretario General tiene la responsabilidad de trabajar estrechamente con el Consejo de Seguridad y mantener un diálogo sostenido con todos los Estados Miembros, en particular aquellos en extremos opuestos del conflicto. En un mundo dividido, este papel debe ejercerse con claridad y cuidado, y con un optimismo ilustrado y prudente. Debe guiarse por la Carta y por el objetivo de la paz mediante la cooperación. 2. Desarrollo a través de soluciones realistas y asociaciones de colaboración La paz y la seguridad son facilitadores cruciales del desarrollo. Crean las condiciones para el crecimiento económico, la innovación y la inversión, al tiempo que sostienen la dignidad humana y hacen posible una acción humanitaria eficaz. La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible proporcionan un marco, un conjunto de prioridades y un punto de referencia global para los problemas que requieren soluciones. Sin embargo, con sólo el 18 por ciento de las metas actualmente en marcha, los ODS siguen siendo aspiraciones incumplidas. Esto debe suscitar una reflexión: ¿estamos todavía en el camino correcto? ¿Hacer más de lo mismo producirá resultados diferentes? Se necesita un enfoque sectorial fundamentado. Debe centrarse en resultados alcanzables, avances mensurables y coordinación práctica. Esto incluye la creación de asociaciones más constructivas con la sociedad civil, el sector privado y la comunidad científica. Las condenas generalizadas y la retórica polarizadora sólo amplían las divisiones, alienan a partes interesadas indispensables y debilitan la implementación. Al mismo tiempo, las Naciones Unidas deben fortalecer su compromiso con las instituciones financieras internacionales, cuyos objetivos y misiones son complementarios y se refuerzan mutuamente. Trabajar juntos a través de un diálogo mejorado y prioridades coherentes es esencial para apoyar el desarrollo. La cooperación para el desarrollo debe generar beneficios tangibles, incluido el acceso a la atención sanitaria, los alimentos, el agua y la seguridad energética, un medio ambiente sano, la educación y oportunidades reales para una mejor calidad de vida, especialmente en los países que enfrentan los mayores desafíos. Las palabras deben llevar a la acción y la acción al impacto. 3. Los derechos humanos y la dignidad humana como piedras angulares de la paz La búsqueda de la paz y la seguridad es inseparable de la defensa de la dignidad humana. Los instrumentos fundamentales de derechos humanos –incluida la Declaración Universal y los tratados internacionales fundamentales– siguen siendo tan pertinentes hoy como cuando se adoptaron por primera vez. No son ideales obsoletos, sino guías esenciales para un compromiso global responsable y pacífico. Las Naciones Unidas deben reafirmar su compromiso con los derechos humanos mediante algo más que declaraciones. Debe hacerlo a través de su presencia sobre el terreno y mediante mecanismos que permitan respuestas más efectivas a la discriminación y la violencia; mediante un enfoque renovado en los derechos de las mujeres y la participación de los jóvenes; y mediante la defensa del espacio cívico en todas las regiones. Firmemente anclados en la Carta de las Naciones Unidas, los derechos humanos deben integrarse en esfuerzos más amplios por la paz y el desarrollo sin dejar de ser receptivos a las realidades contemporáneas. Defender la dignidad humana no es una abstracción. Es la base de una paz duradera. Los derechos humanos son particularmente vulnerables en momentos de crisis y conflicto, cuando el respeto del derecho internacional –incluido el derecho humanitario– se vuelve esencial. En tales contextos, las Naciones Unidas tienen un papel central que desempeñar, trabajando de manera coordinada para brindar asistencia neutral, imparcial e independiente a los Estados Miembros. 4. Gestión moderna y renovación institucional Unas Naciones Unidas más fuertes requieren una reforma guiada por un propósito claro. A lo largo de los años, la organización ha acumulado mandatos superpuestos y funciones fragmentadas, lo que limita su capacidad para responder eficazmente a los desafíos globales. La reforma es necesaria, pero no por sí misma. Con demasiada frecuencia, los esfuerzos de reforma quedan atrapados en ciclos burocráticos interesados. Las Naciones Unidas y sus reformas deben servir a la humanidad, no al mecanismo deliberativo en sí. La iniciativa ONU80 es un punto de partida indispensable, al que seguirá un proceso de adecuación más amplio que alinee la misión y los recursos de acuerdo con las prioridades acordadas por los Estados miembros. Se necesita una renovación decidida e impulsada por el desempeño. Debemos mejorar la coordinación, eliminar duplicaciones, digitalizar las operaciones y alinear las estructuras con objetivos claramente definidos. La eficiencia debe servir a un propósito, no simplemente satisfacer un proceso. La renovación institucional requiere confianza y un entendimiento compartido entre los Estados miembros y la Secretaría. También requiere determinación por parte del Secretario General para liderar con urgencia y garantizar una coordinación efectiva en todo el sistema de las Naciones Unidas. Para tener éxito, los procesos de reforma también deben involucrar al personal de todos los niveles de manera significativa. Las instituciones funcionan mejor cuando aprovechan todo el talento de la sociedad. La igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres no es una cuestión de imagen o de corrección política. Cuando se implementan correctamente, conducen a mejores resultados y, por lo tanto, deben ser una característica definitoria de unas Naciones Unidas modernas. 5. Multilateralismo pragmático y basado en principios Al fortalecer su compromiso con su visión fundacional, las Naciones Unidas pueden responder mejor a las realidades actuales. En tiempos de fragmentación e inseguridad, la imparcialidad y el diálogo efectivo son esenciales. El Secretario General debe dialogar con todas las partes, hablar con claridad y actuar con propósito, especialmente en momentos de desacuerdo. El verdadero liderazgo no retrocede ante la complejidad; se eleva para enfrentarlo. Los líderes eficaces escuchan atentamente, actúan con decisión y ofrecen resultados tangibles. Ochenta años después de su fundación, las Naciones Unidas deben renovarse y su Secretario General debe encarnar esa renovación. Los desafíos son grandes, pero la misión perdura: prevenir la guerra, proteger a las personas y promover la dignidad de todos. Estoy dispuesto a liderar este próximo capítulo con convicción, realismo y una creencia inquebrantable en el valor del multilateralismo pragmático y basado en principios. El mundo todavía necesita a las Naciones Unidas, pero deben ser unas Naciones Unidas que funcionen. noticia relacionada por Rafael Mariano Grossi




