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Monday, December 1, 2025

Santiago Posteguillo: ¿Por qué tenemos que pensar que lo que es popular nunca va a ser parte del canon literario?

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El escritor valenciano Santiago Posteguillo es uno de los autores más leídos en el imaginario en español. Tiene más de cinco millones de lectores, a los que ha seducido con novelas históricas ambientadas en la Antigua Roma. Hace poco, presentó la última novela de la saga dedicada a Julio César: Los tres mundos (Ediciones B), que nos pone a las Galias, Roma y Egipto como puntos de un conflicto que guarda mucha relación con los cambios actuales que viene atravesando el mundo. ¿Leer el pasado para entender el presente? La República conversó con Santiago Posteguillo. -Eres un autor muy prolífico. ¿El ritmo de la promoción de tus libros no afecta tu trabajo literario? -Yo estoy muy concentrado en mi trabajo. Es verdad que van viniendo los reconocimientos, pero tengo el trabajo bien estructurado y procuro que estas cuestiones no me distraigan más allá del momento, como cuando tienes que recoger un premio y saludar a los lectores. Trato de que las promociones de mis libros no me saquen de lo que estoy trabajando. He estado hace poco en Valencia, presentando Los tres mundos y en estos días tendré otras presentaciones, pero en las mañanas estoy trabajando, llevo siempre conmigo mi ordenador portátil. Aprovecho los espacios del día para seguir trabajando. Evidentemente, habrá días donde apenas podré trabajar, pero sin perder la conexión con el proyecto que estoy llevando a cabo. -A la crítica literaria le cuesta abordar libros que tienen el cintillo de best seller. ¿Qué opinas al respecto? -Parece que hay una frontera. Parte de la crítica literaria, tanto de América Latina como de España, cree que lo que es popular no tiene calidad. Esta frontera no debe ser real, si miras la historia de la literatura no es así. A lo largo de la historia de la literatura, ha habido autores muy populares en su tiempo. Pensemos en Shakespeare y Lope de Vega, ambos llenaban los teatros. -También en el siglo XIX, con la novela de folletín. -Incluso en el siglo XIX teníamos a Victor Hugo y Charles Dickens, el propio sir Walter Scott, que inicia el género en el que yo estoy, que es el género de la novela histórica moderna. Todos ellos eran autores muy populares en su época y que vendían muchos libros para las cifras de su tiempo, y están en el canon literario; luego ha habido otros escritores con magníficas obras, auténticas obras de arte, monumentales, pero que son muy exigentes para el lector. Pienso en Rayuela de Cortázar, o si somos más específicos, el Ulises de Joyce. Habría que ver cuánta gente se ha leído el Ulises de Joyce del principio al final. Ambos libros son experimentos narrativos incuestionables. Entonces, tenemos autores que están en el canon literario, pero algunos fueron muy populares y otros no. ¿Por qué tenemos que pensar que lo que es popular nunca va a ser parte del canon literario? Hoy, en el siglo XXI, habrá obras que se vendan mucho y que no dejarán ninguna huella, y otras que sí van a quedar; por otro lado, hay obras literarias que se venden poco ya lo mejor es así porque no valen la pena, como hay obras que tienen calidad literaria, que no son muy populares, pero que quedarán en el canon literario. Esta es una frontera que no debería existir, pero lamentablemente es verdad. Yo prefiero conectar con mucha gente con una literatura digna y de calidad mediante el entretenimiento y que sea accesible. En ese terreno me manejo con comodidad y comodidad que los críticos, pues, que escriban sus críticas. -¿Qué autores son los que llevaron a escribir novelas históricas? ¿Walter Scott fue clave para ti? -En el siglo XIX se construye la novela como género popular. Pero antes del XIX, la poesía o el teatro eran géneros más populares que las novelas. Bueno, es el Quijote, que es una especie de excepción. Pero es a partir del XVIII, que la novela comienza a ser más popular, a llegar más al lector. Me gusta Walter Scott, al que tengo como iniciador, pero narrativamente presenta unas descripciones muy exhaustivas, muy lentas, propias de un XIX, donde si tú ibas a describir una justa medieval, en donde caballeros medievales se van a enfrentar, tenías que describir cómo eran esos caballeros medievales y esas armaduras, porque la gente no lo sabía. Hoy en día, todo el mundo lo ha visto en televisión. Entonces, hay cosas que no tienes que hacer de la misma forma. Para mí serán más referentes Charles Dickens con Historia de dos ciudades y las novelas de Benito Pérez Galdós en Episodios nacionales. Hay más diálogo, hay más acción y se hace una combinación de lo histórico con episodios privados. Este tipo de narración se aproxima más a lo que yo quiero hacer. -¿Qué faros tuviste en cuenta para Los tres mundos? -Para Los tres mundos pensaba en Charles Dickens, en Middlemarch de George Eliot. Mary Ann Evans, o George Eliot, escribe sobre los acontecimientos privados uniéndolos con hechos históricos como, por ejemplo, la ampliación del ferrocarril o la construcción de un hospital. Esa combinación entre lo privado y lo histórico es lo que siempre he buscado en los libros. Me he hecho muy fan de Mary Ann Evans. Virginia Woolf dijo que era la primera escritora que escribía novelas para adultos en el Reino Unido. En Middlemarch, a los pocos capítulos, la pareja ya se ha casado. Entonces, ¿qué viene después del matrimonio? Pues la vida real. Es maravilloso. “Los tres mundos”. Imagen: Difusión. -Uno lee Los tres mundos y parece que estaba leyendo sobre las crisis actuales. La geopolítica, por ejemplo, está muy presente. La historia no es el pasado. -En la medida que pensamos en la división de esos territorios de la antigua Galia, que correspondían no solo a la actual Francia, sino también a Bélgica, Luxemburgo y partes de Holanda, Suiza, Alemania e Italia, y en una España romanizada, lo que tenemos es el nacimiento de Occidente. Esos siete años de la guerra, nos revelan la capacidad transformadora del personaje. Lo que me impresiona es que en esos siete años una persona forja un país. Ahí hay una geopolítica en donde Julio César tiene una visión de futuro tremenda. En el punto neurálgico donde deciden construir un puente sobre el río Rin, los alemanes construirán posteriormente el monumento a la unificación alemana y la reunificación alemana con su gran estatua de Guillermo I, el Káiser. Káiser, derivado del latín Caesar. Es un lugar clave para la unificación de un país tan importante como Alemania en la historia del mundo, con sus grandes defectos, claro. Allí los puentes serán importantes en la guerra, en el XIX, entre Francia y Alemania; también durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Qué capacidad de detectar dos mil años antes cuál es el punto neurálgico en Europa. Pues eso era César. -En la actualidad, el mundo se está reconfigurando. -El mundo siempre se está reconfigurando. Cuando tenía 15 años, estudiaba un mapa de Europa en el colegio y ya no existía. Es un mapa en donde un país como Yugoslavia ha desaparecido y se ha transformado en seis países diferentes. Alemania estaba partida en dos y ahora es un solo país. A lo mejor, en unos 20 años tengamos un nuevo mapa de Europa y espero que no veamos un país partido en zona oriental y zona occidental. Podría pasar. -Tuvimos décadas de mucha estabilidad. -Desde la Segunda Guerra Mundial hasta los 2000 y pico, hubo una gran estabilidad. Pero con el emerger de China como superpotencia económica y cada vez más militar, con una América Latina que cada vez tiene más que decir en el mundo, con una India cada vez más emergente, con Estados Unidos que aún, probablemente, es la máxima potencia y una Rusia que no quiere perder lo que en su momento tuvo, pues el mundo está en reconfiguración. Ojalá esa reconfiguración sea menos brutal de la que se vivió en los años 40 del siglo pasado. -Los tres mundos nos ponen en bandeja la dimensión de estadista de Julio César. Ese es un factor que se extraña de los líderes en la actualidad. -Hay una definición de Churchill sobre el político y el estadista. El político piensa en las siguientes elecciones, mientras que el estadista piensa en las próximas generaciones. En la antigua Roma, lo militar y lo administrativo iban de la mano. Un buen romano tenía que ser un buen político y un buen militar. Pero no siempre era así. Por ejemplo, Cicerón era un magnífico orador, pero militarmente, aunque cumplió, no brilló. Pompeyo era lo opuesto. Pompeyo brillaba militarmente, pero políticamente era menos hábil y tenía que recurrir a otros. Julio César era un genio en los dos ámbitos. Intelectualmente, estaba formado como Cicerón y militarmente tenía una genialidad como la de Pompeyo, incluso más. En Maldita Roma, la segunda novela de la saga, Julio César derrota en cinco elecciones a sus enemigos y después vemos cómo anexiona dos territorios que Roma consideraba inconquistables. Es un personaje de una envergadura que merecía una saga como esta. -¿En qué radica tu éxito con la novela histórica? Este género tiene millones de lectores. -Yo hago un poco lo que hacía Plauto. Plauto estaba muy preocupado por su gente, pero a la vez no quería ir a la cárcel, pues no quería tener problemas con los hombres que gobernaban en su tiempo. Por eso situaba todas sus obras de teatro 300 años antes en la Antigua Grecia. Muchos, cuando iban al teatro, se sintieron reflejados y hubo hasta problemas también. A Victor Hugo le preocupaban mucho las catedrales góticas en Francia, concretamente se estaban cargando las vidrieras góticas para ponerlas de alabastro para que pasara más luz. Entonces escribió un ensayo contra los demoledores y solo lo leyeron cuatro personas. Víctor Hugo se dio cuenta de que no llegaba a nadie y escribió Nuestra Señora de París. Y al escribir Nuestra Señora de París y transformarlo en casi un personaje, ya nadie podía tocar a La Catedral de Notre Dame. Pobre Victor Hugo con todo lo que le ha pasado con Notre Dame recientemente. Yo, con las novelas, creo que puedo llegar a bastante gente si escribo desde el pasado. Me voy a una Roma en donde pasan cosas muy similares a las de hoy. Si intentas explicar el mundo desde hoy, nadie te va a leer, te dirán que eres de derecha, que eres de izquierda. Estamos polarizados.

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